jueves, 5 de septiembre de 2024

El espíritu de servicio autorrealiza

Cuarto fragmento de la conferencia de Robert Spaemann titulada Sobre el ánimo para la educación. En alemán Über den Mut zur Erziehung publicada en el Frankfurter Algemeine Zeitung el 14 de abril de 1978. Incluido en libro de Robert Spaemann: Límites. Acerca de la dimensión ética del actuar, editorial EIUNSA, capítulo 42.

La implicación es provechosa

Reconstruyan la genealogía los historiadores como la reconstruyan, el hecho es que en la segunda mitad de los años sesenta el consenso moral se quebró ampliamente. Era patente que el divorcio entre el mundo de la formación y el mundo de la vida, objeto constante de la crítica de la cultura lo más tarde desde Nietzsche, ya no podía superarse mediante la educación. La
«oikeiosis»*, como decían los estoicos, la apropiación, la identificación, para una parte creciente de los jóvenes ya no era posible. Desde hacía tiempo se sabía -y Schumpeter lo había expresado ya de decenios años antes- que una forma económica capitalista vive de residuos de tipo precapitalista.

Cuando todo individuo deja que su ethos se determine por el principio de maximización del beneficio con inversión de los menos medios posibles, ahí ya nada funciona. Por lo demás, también Adam Smith sabía esto. Esta no identidad se convirtió en motivo para una crítica, de radicalidad sin precedentes, de la educación tradicional. La izquierda emancipatoria radical tomó la línea del cinismo. El principio capitalista de la maximización del beneficio debía sustituir a todos los contenidos educativos. Todo individuo debía hacer suyo este principio.

Tras ello estaba la sospecha de que el hombre bueno en el sentido tradicional, en este sistema no es más que el tonto útil. Todos viven del sacrificio de ese hombre bueno. La respuesta cristiana, que aparece en el apóstol San Pablo, «¿Por qué no preferís quedar despojados?» (1), o el «Antes padecer la injusticia que cometerla» de Platón (2), solo cosechaba risas burlonas, toda vez que las Iglesias, en vista de la realidad disociada y de su propia posición en el lado más luminoso de la vida, ya no se atrevían a citar públicamente palabras como las del apóstol San Pablo. Al contrario, en los libros de texto escolares se ridiculizaba el ethos profesional, por ejemplo, el ethos de las enfermeras que entendían su profesión no sólo como un empleo.

También el profesor debía entenderse a sí mismo como empleado que vende su fuerza de trabajo. Hacer algo más sería una estupidez. Y si no obstante se entiende a sí mismo como educador, no deberá enseñar, como los educadores tradicionales, a tener intereses, lo que siempre ha sido y ha de ser uno de los objetivos principales de la educación, sino «hacer valer» intereses y a «realizarse». A finales de los años sesenta observé con atención el rápido desmoronamiento de las casas juveniles en Stuttgart, en las que hasta ese momento maestros en su especialidad habían proporcionado a los jóvenes fascinantes estímulos y enseñanzas sobre las más diversas actividades artísticas y artesanales. De repente eso empezó a ser mal visto, como determinación ajena. Bajo el influjo de la ideología revolucionario-cultural las casas juveniles debían convertirse en lugares de lo que ahora se llamó «autorrealización», bajo lo cual se entendía sobre todo la crítica, el debate y vagas formas de creatividad espontánea. En realidad, en un abrir y cerrar de ojos las casas quedaron desoladas, convertidas en lugares tristes y aburridos.

*Oikeiôsis significa la percepción de algo como propio, como perteneciente a uno mismo. Fuente: Wikipedia

(1) 1 Carta de San Pablo a los Corintios, capítulo 6, versículo, 7: «Desde cualquier punto de vista ya es un fallo que haya pleitos entre vosotros. ¿No estaría mejor sufrir la injusticia? ¿No estaría mejor dejarse robar?». Extraído de https://www.conferenciaepiscopal.es/biblia/1-corintios/
(2) «En La República de Platón, uno de los interlocutores llamado Trasímaco, dice: “Hay que observar, candidísimo Sócrates, que al hombre justo le va peor en todas partes que al injusto” (La República, 343d); en ese sentido, señalaba Trasímaco, “la vida del injusto es preferible a la del justo” (La República, 347e). Platón (hablando a través de Sócrates), hace una cerrada defensa de la justicia (Cf., La República, 368b), exponiendo las razones y motivos por los cuales los hombres debían practicar la justicia, decía que “es mejor padecer la injusticia antes que cometerla”». Extraído de https://www.cny.org/stories/padecer-la-injusticia-antes-que-cometerla,22799

-continuará-

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