sábado, 16 de abril de 2016

Vida lograda y sociedad

Fragmento de un texto de Robert Spaemann titulado La ética como doctrina de la vida lograda respuesta a “¿Cómo se debe vivir?”. Publicado en el número 3 de la Revista Atlántida de Chile. Traducción de José Luis del Barco.

La primera exposición coherente de las disposiciones operativas que constituyen la vida lograda -la praxis racional- se debe a Aristóteles. Para denominarla, se sirvió del neologismo de reciente creación ética. El término en cuestión se formó a partir de la palabra griega ethos, que de designar la morada habitual pasó a significar la disposición estable o el conjunto de hábitos y costumbres que sustenta nuestra acción y la dirige, al tiempo que se modifica y reproduce gracias a ella. Para distinguirla de la filosofía teórica, Aristóteles llamó también a esta disciplina filosofía de las cosas humanas (Etica a Nicómaco 1181b 15). 

Mas, al propio tiempo, la denomina investigación política (1049b 11). ¿Por qué? La vida lograda no es exclusivamente -así al menos lo cree Aristóteles coincidiendo con el sentido común- un asunto de la acción individual, de criterios individuales o disposiciones operativas. Entre otras cosas, depende de circunstancias felices que, por su carácter contingente, no pueden ser objeto de ciencia. La salud es una de ellas. Estar libre del acoso de la pobreza y contar con la posibilidad de decidir por sí mismo lo son igualmente. A juicio de Aristóteles, la vida de un esclavo, que carece por completo de condiciones para dirigir su acción, no puede alcanzar su estado de perfección. Pero la vida lograda depende, además, de determinadas estructuras de la vida común y de la constitución específica de las instituciones públicas, las cuales representan la disposición estable de las posibilidades operativas del hombre y la orientación de sus acciones. Si la configuración de la praxis depende básicamente de la educación, para alcanzar la vida lograda no es indiferente recibir una u otra, como no lo son los hábitos, costumbres y leyes que sustentan la educación y que ella se encarga de transmitir. Sin instituciones como las aludidas sería imposible obrar racionalmente. Pero también lo sería, si hubiera que entender la acción humana como mera función de las instituciones existentes, pues, en ese caso, no sería acción en sentido estricto. Con ello, la vida consciente sería solamente parte de un todo mayor, no el todo mismo. 

Si la vida se debe configurar como una totalidad acabada, enjuiciable desde el punto de vista de la vida lograda, los individuos particulares han de entender los propios presupuestos institucionales como condiciones de aquélla y ponerse de acuerdo con sus semejantes sobre ellos. Esto a su vez no es posible más que en la polis, en una comunidad de ciudadanos libres. Por eso puede decir Aristóteles que, como ser racional, el hombre no alcanza la vida que le conviene, ni realiza su naturaleza fuera de ella. La conocida proposición aristotélica el hombre es por naturaleza un animal político no quiere decir que viva, como las hormigas o las abejas, en unidades sociales, sino que sólo logra realizar su naturaleza conviviendo con los demás en una comunidad política. Sólo la convivencia de este tipo es, al menos para la mayoría de los hombres, una vida lograda. La polis es una comunidad de casas y de familias con el fin de vivir bien, de conseguir una vida perfecta y suficiente (Politica, 1280b 30-35). De ahí que la política, como doctrina que trata de determinar si las instituciones políticas son o no adecuadas para crear las condiciones de la vida lograda y si son o no conformes con la naturaleza, aparezca en Aristóteles junto a la ética. 

No deja de sorprender, por lo demás, que la polis no se defina como comunidad de hombres, sino como comunidad de casas y familias. Aparece, así, un tercer elemento de la vida lograda que media entre la ética y la política: la casa y la estirpe, la empresa económica y la familia, es decir, unidades que sobreviven a los individuos. Estas consideraciones no pretenden ocuparse detenidamente de la importancia de esas unidades intermedias sin las que, de hecho, no puede haber sociedades libres. Entenderlas exclusivamente como agentes de socialización significaría desconocer su entidad propia y su autonomía, y favorecer aquella deformación de la vida social que designamos con el nombre de totalitarismo. La teoría de la casa como unidad económica, la oikonomia, es para Aristóteles la última de las tres disciplinas que la tradición peripatética reúne bajo el título de filosofía práctica.

Texto completo en el enlace www.disc.ua.es/~gil/seleccion-de-articulos.pdf  "Artículos filosóficos y teológicos. Capítulo 11. Páginas 131 a 145"



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