En una de sus más importantes obras filosóficas, usted ha explicado que todos los hombres son personas, lo que significa que el reconocimiento del ser personal supone a la vez el reconocimiento de un derecho incondicional absoluto. ¿Qué significa esto en el contexto cada vez más acelerado de la investigación científica sobre el hombre? El ser personal del hombre parece que hoy se valora de forma muy diversa. Su dignidad como persona se pone en cuestión tanto al comienzo como al final de la vida. Apuntemos aquí tan sólo algunas de las cuestiones que hoy se discuten por doquier: el diagnóstico prenatal, la eutanasia activa, o el desciframiento del genoma humano. El debate sobre la tarjeta de identidad genética está sobre la mesa, y también la cuestión de si se puede regular jurídicamente un “chequeo de calidad” de la vida humana.
Creo que respecto a estas cosas nos encontramos realmente ante una terrible amenaza. La personalidad del hombre se ha desgajado frecuentemente –concretamente desde John Locke- de la naturaleza humana, de la especie humana. Es como si el hombre fuera por una parte un animal, y por otra, en tanto sujeto de conciencia, persona, y que lo uno no tuviera nada que ver con lo otro. Sin embargo lo cierto es que la índole natural humana es a la vez personalidad. Cuando comemos y bebemos estamos actuando como personas; las cosas más bonitas las acompañamos a veces con la comida y con la bebida: bodas, bautizos. La sexualidad humana es algo inmenso desde el punto de vista personal, o al menos así debería ser, y también cuando se llega a la madurez.
Si se manipulara la naturaleza humana para producir algo así como un hombre mejor desde el punto de vista genético, entonces se tocaría la estructura de nuestra personalidad. La idea de que somos, en tanto que personas, dueños, por así decirlo, también de nuestra naturaleza, es una idea muy peligrosa, ya que por el contrario nosotros somos lo que somos porque somos hombres, y porque pertenecemos a una familia humana; eso es lo único relevante. Si Alemania ha sido hasta ahora particularmente restrictiva en su legislación sobre tecnología genética y sobre investigación embrionaria, esto es algo que puede anotarse en honor de nuestro país. Y si continúan obrando aquí los fantasmas de nuestro pasado, quizás como advertencia, en ese caso yo sólo puedo decir: ¡Gracias a Dios! Hay países que, con plena conciencia, nunca han tenido nada que ver con el nacionalsocialismo, países que se han distinguido incluso por su oposición a él, y que ahora se han metido en un terrible agujero. Tal es el caso, por ejemplo, de nuestro vecino holandés, con su práctica eutanásica, merced a la cual son eliminadas cada año miles de personas contra su voluntad, pues la muerte a petición del paciente es sólo el primer estadio en el camino que conduce a darle muerte sin pedirle permiso. Esto es lo que sucedía con los nazis: la propaganda sobre la eutanasia fue introducida mediante una película sobre la muerte por compasión a petición del enfermo.
Si usted me pregunta si los resultados científicos llegarán a cuestionar el status de la persona, yo le diría que no. La investigación nunca lo pondrá en duda. Que nos reconozcamos como sujetos no es algo que se vea afectado por la claridad que obtengamos acerca de las condiciones originarias de la subjetividad. Lo que es invisible nunca puede hacerse visible. La visión, por ejemplo, es invisible. Pero toda visibilidad depende de ese invisible ver. Ninguna investigación que nos aclare cómo funciona el sentido de la vista humana nos podrá explicar jamás qué sea el ver. Más bien eso sólo lo sabe alguien que ve. Y lo que sea el dolor lo sabe sólo quien lo padece, aunque se continúen estudiando los mecanismos del dolor. Los motivos que llevan a desposeer de su status personal a determinadas personas, por ejemplo a los no nacidos, a los niños pequeños, a los deficientes mentales agudos, nada tienen que ver con la ciencia. Se basan en supuestos que han sido argumentados en la historia del pensamiento y en los que no puedo entrar en este momento, pero que están claramente relacionados con el retroceso de la Religión.
Entre esas motivaciones que obran a favor de cuestionar la índole personal de determinados seres humanos se aducen las nuevas posibilidades técnicas, como por ejemplo el diagnóstico prenatal, que incitan a la tentación de eliminar a los individuos disminuidos ya en el estadio más prematuro, de modo que los inválidos que están por llegar al mundo, precisamente en este mundo del fitness se consideran como resultados lamentables de averías irresponsables que ocurren a veces. Es por tanto perfectamente comprensible que las asociaciones de inválidos se sitúen masivamente en contra de determinadas formas de diagnóstico prenatal, y sobre todo de las consecuencias que de él pudieran extraerse. Por su parte, la eutanasia es el resultado de una mentalidad en la cual la evitación del sufrimiento no es simplemente algo importante, sino el criterio superior por antonomasia. También es consecuencia de las modernas formas de prolongar artificialmente la vida que igualmente engañan a los hombres como la idea de una muerte humana digna. Hace 25 años escribí un artículo sobre esas formas artificiales de prolongar la vida más allá de toda medida razonable. En aquella ocasión decía: “Si se continúa con estas formas, la llamada a la eutanasia llegará inevitablemente”. Pues ya la tenemos aquí.
Creo que respecto a estas cosas nos encontramos realmente ante una terrible amenaza. La personalidad del hombre se ha desgajado frecuentemente –concretamente desde John Locke- de la naturaleza humana, de la especie humana. Es como si el hombre fuera por una parte un animal, y por otra, en tanto sujeto de conciencia, persona, y que lo uno no tuviera nada que ver con lo otro. Sin embargo lo cierto es que la índole natural humana es a la vez personalidad. Cuando comemos y bebemos estamos actuando como personas; las cosas más bonitas las acompañamos a veces con la comida y con la bebida: bodas, bautizos. La sexualidad humana es algo inmenso desde el punto de vista personal, o al menos así debería ser, y también cuando se llega a la madurez.
Si se manipulara la naturaleza humana para producir algo así como un hombre mejor desde el punto de vista genético, entonces se tocaría la estructura de nuestra personalidad. La idea de que somos, en tanto que personas, dueños, por así decirlo, también de nuestra naturaleza, es una idea muy peligrosa, ya que por el contrario nosotros somos lo que somos porque somos hombres, y porque pertenecemos a una familia humana; eso es lo único relevante. Si Alemania ha sido hasta ahora particularmente restrictiva en su legislación sobre tecnología genética y sobre investigación embrionaria, esto es algo que puede anotarse en honor de nuestro país. Y si continúan obrando aquí los fantasmas de nuestro pasado, quizás como advertencia, en ese caso yo sólo puedo decir: ¡Gracias a Dios! Hay países que, con plena conciencia, nunca han tenido nada que ver con el nacionalsocialismo, países que se han distinguido incluso por su oposición a él, y que ahora se han metido en un terrible agujero. Tal es el caso, por ejemplo, de nuestro vecino holandés, con su práctica eutanásica, merced a la cual son eliminadas cada año miles de personas contra su voluntad, pues la muerte a petición del paciente es sólo el primer estadio en el camino que conduce a darle muerte sin pedirle permiso. Esto es lo que sucedía con los nazis: la propaganda sobre la eutanasia fue introducida mediante una película sobre la muerte por compasión a petición del enfermo.
Si usted me pregunta si los resultados científicos llegarán a cuestionar el status de la persona, yo le diría que no. La investigación nunca lo pondrá en duda. Que nos reconozcamos como sujetos no es algo que se vea afectado por la claridad que obtengamos acerca de las condiciones originarias de la subjetividad. Lo que es invisible nunca puede hacerse visible. La visión, por ejemplo, es invisible. Pero toda visibilidad depende de ese invisible ver. Ninguna investigación que nos aclare cómo funciona el sentido de la vista humana nos podrá explicar jamás qué sea el ver. Más bien eso sólo lo sabe alguien que ve. Y lo que sea el dolor lo sabe sólo quien lo padece, aunque se continúen estudiando los mecanismos del dolor. Los motivos que llevan a desposeer de su status personal a determinadas personas, por ejemplo a los no nacidos, a los niños pequeños, a los deficientes mentales agudos, nada tienen que ver con la ciencia. Se basan en supuestos que han sido argumentados en la historia del pensamiento y en los que no puedo entrar en este momento, pero que están claramente relacionados con el retroceso de la Religión.
Entre esas motivaciones que obran a favor de cuestionar la índole personal de determinados seres humanos se aducen las nuevas posibilidades técnicas, como por ejemplo el diagnóstico prenatal, que incitan a la tentación de eliminar a los individuos disminuidos ya en el estadio más prematuro, de modo que los inválidos que están por llegar al mundo, precisamente en este mundo del fitness se consideran como resultados lamentables de averías irresponsables que ocurren a veces. Es por tanto perfectamente comprensible que las asociaciones de inválidos se sitúen masivamente en contra de determinadas formas de diagnóstico prenatal, y sobre todo de las consecuencias que de él pudieran extraerse. Por su parte, la eutanasia es el resultado de una mentalidad en la cual la evitación del sufrimiento no es simplemente algo importante, sino el criterio superior por antonomasia. También es consecuencia de las modernas formas de prolongar artificialmente la vida que igualmente engañan a los hombres como la idea de una muerte humana digna. Hace 25 años escribí un artículo sobre esas formas artificiales de prolongar la vida más allá de toda medida razonable. En aquella ocasión decía: “Si se continúa con estas formas, la llamada a la eutanasia llegará inevitablemente”. Pues ya la tenemos aquí.
*Periclitar: Perder una cosa fuerza o intensidad
Texto completo en español: https://www.interrogantes.net/robert-spaemann-politica-etica-y-cristianismo/
Texto original completo en alemán: http://www.hss.de/downloads/politische_studien_372.pdf
Texto original completo en alemán: http://www.hss.de/downloads/politische_studien_372.pdf
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