lunes, 15 de agosto de 2016

Partidos denominados cristianos

Fragmento de la entrevista de Burkhard Haneke a Robert Spaemann publicada en la revista Politische Studien, número 372, Juli/August 2000, páginas 9-22 con el título POLITISCHE STUDIEN-Zeitgespräch mit dem Philosophen Robert Spaemann zu Fragen im Umfeld von Politik, Ethik und Christentum. Traducida en interrogantes.net con el título Robert Spaemann, “Política, ética y cristianismo”. Traducción del alemán: José María Barrio Maestre.

Profesor Spaemann: “El mundo es mundano y la ‘C’ mayúscula [el cristianismo] está fuera del mundo”. Esta es una frase de un prominente político liberal poco después de celebrarse las elecciones al Parlamento federal en 1998. En todo caso, importantes políticos de la Unión [Cristiano Demócrata, CDU] precisamente intentaron recordar en aquel momento la “C” ante la opinión pública, y poner claramente de manifiesto lo importante que era para ellos la “C” en nombre de los partidos de la Unión. Yo le pregunto a usted: ¿En qué posición está hoy la “C” en la política, y hasta qué punto pueden considerarse hoy políticamente relevantes los criterios cristianos? ¿Y qué es la “C” en política? ¿En el mejor de los casos una forma de brújula, un fundamento sobre el que se basa la política, o acaso un programa político? 

No se puede afirmar con seguridad que en las últimas elecciones al Parlamento federal la CDU perdió porque se aferró demasiado a la “C”. ¿Hay alguien que de verdad piense eso? Pero, ¿qué significa realmente para los cristianos actuar en política? ¿Y qué significa para un partido denominarse cristiano, aun cuando en él haya muchas personas que no son creyentes cristianos, pero que están ahí porque lo consideran razonable por motivos políticos? Pienso que los cristianos que están en la política hoy no intentan imponer a la sociedad la aceptación de la fe cristiana. De todos modos, piensan que hay determinadas obligaciones que son vinculantes para todo hombre y toda sociedad con independencia de la fe cristiana. Se trata de contenidos que en Europa también habían sido elucidados por el pensar filosófico. En relación con esto los católicos hablan del Derecho Natural y los protestantes del orden de la creación, lo que viene a ser lo mismo.

Quienes rechazan dichos contenidos y normas gustan de denunciar la imposición de los “valores cristianos”. Pienso que habría que reflexionar más sobre la conveniencia de adoptar ese uso idiomático. En efecto, si una gran parte de la sociedad no se compone de cristianos, entonces estas personas tendrían la impresión de que se les imponen los “valores cristianos”. Pero la cuestión realmente es que los cristianos opinan que hay una ordenación razonable y evidente de los asuntos humanos, por ejemplo, los derechos fundamentales del hombre, el que exista una dignidad humana y que la institución del matrimonio sea la forma más elevada y plena de sentido de organizar la vida en común de individuos de diferente sexo, ya que también es la base de la continuidad de la existencia del género humano, lo cual naturalmente la hace acreedora de una consideración especial entre todas las demás formas de convivencia. Todo esto no son cosas que los cristianos sacan de la Revelación. Por eso entiendo que no se debe abusar de la expresión “valores cristianos”. Realmente el cristianismo no tiene “valores” propios, sino determinadas convicciones de fe sobre la existencia de Dios y la creación del mundo, así como sobre la encarnación de Dios y la resurrección. En último término la cuestión quizá también estriba en que los cristianos están especialmente dispuestos a oponer resistencia a la liquidación subjetivista o hedonista de esos criterios.

Pero los cristianos argumentan sus exigencias políticas y sociales no en nombre del cristianismo sino en nombre de la razón. Y cuando defienden la presencia del crucifijo en las aulas no lo hacen en nombre de la fe, sino en nombre del Derecho, ya que piden respeto para los símbolos religiosos de nuestra cultura. Cuando hay muchos creyentes en un país que consideran la verdad como algo importante, entonces domina el sentido común para que sea respetada, y precisamente sucede también esto con aquellos que no comparten esas convicciones. Por otro lado, se produce esa defensa igualmente en nombre del derecho de los padres, que está previamente regulado en materia de educación por el Estado. Que el Estado haya asumido la ordenación de la escuela no significa, en último término, que le esté permitido privar de sus derechos a los padres.

Así pues, la “C” en la CDU y en la CSU [Unión Social Cristiana] no supone en primer lugar un programa, sino la expresión del concreto hecho social que hizo que después de la guerra existiera en esos partidos un predominio de cristianos con voluntad de configurar conjuntamente nuestras relaciones políticas. Los partidos de la “C”, los cristianos, podrían muy bien haberse llamado de otra forma, por ejemplo, partidos de la Justicia, o del Bien Común, o cualquier otra cosa que hubieran deseado.

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