lunes, 8 de agosto de 2016

Ética y globalización

Fragmento de la entrevista de Burkhard Haneke a Robert Spaemann publicada en la revista Politische Studien, número 372, Juli/August 2000, páginas 9-22 con el título POLITISCHE STUDIEN-Zeitgespräch mit dem Philosophen Robert Spaemann zu Fragen im Umfeld von Politik, Ethik und Christentum. Traducida en interrogantes.net con el título Robert Spaemann, “Política, ética y cristianismo”. Traducción del alemán: José María Barrio Maestre.

Prof. Spaemann. El tema de la “globalización” quizá es el asunto que más preocupa en el actual debate público, ya sea en política, economía o ciencia. Y realmente muchos rasgos de nuestra época hay que entenderlos en relación con la interacción y la mutua dependencia extendida a lo largo del mundo. ¿Qué significa esto para la filosofía, y en particular en relación con las cuestiones éticas? Precisando más: Quizás la época de la globalización, extendida por todas partes y anunciada a toque de campana, exija una ética económica o política completamente nueva. ¿Necesitamos una ética mundial de carácter global? ¿Son las exigencias morales que hoy tenemos ante nosotros de índole tal que resultan ya insuficientes los intentos de respuesta de toda la ética filosófica que se ha mantenido hasta hoy?

Usted habla de que quizás “necesitemos” una nueva ética. Ahora bien, me deja perplejo el solo planteamiento de que se necesite una nueva ética. Ética es precisamente la reflexión acerca de lo que realmente es necesario. Por ejemplo, se puede leer en Hans Küng que nosotros necesitaríamos un Weltethos, una “ética universal”.
Hans Küng
Pero ¿cuál es el criterio para saber lo que necesitamos? Como he dicho, ética es la reflexión sobre lo que realmente necesitamos. Si no estamos satisfechos con los resultados de la reflexión que hemos hecho hasta ahora, esto puede obedecer a dos causas: o bien que tenemos alguna objeción respecto a las respuestas consideradas válidas hasta hoy a viejas preguntas, y ahora se las considera falsas por algún motivo. En ese caso, muchas de las cuestiones que hoy nos acucian son viejas preguntas que siguen pendientes de respuesta. O, en otro caso, nos encontramos ante nuevos interrogantes que hasta ahora no se planteaban y que por tanto no podían tener respuesta. Y la nueva ética significaría entonces la búsqueda de nuevas respuestas. Sin embargo, en el caso de que no se consideren falsas las respuestas existentes hasta ahora a las viejas preguntas, cabe esperar que pueda también deducirse respuestas a las nuevas cuestiones a partir de los mismos fundamentos de los que se derivaban aquellas antiguas respuestas. No se trata en este caso de una ética completamente nueva sino de un desarrollo continuado de la antigua. Considero que sólo es razonable esta segunda opción. Si queremos pensar otra cosa, en el fondo eso significa volver a la barbarie. El progreso solamente es posible como continuación del pensamiento procedente de lo que ya se sabe y ya se entiende.

Por lo demás, constituye una idea completamente absurda que uno pudiera imaginarse una ética de esa forma. Todo pensamiento ético procede precisamente de experiencias morales que ya hemos hecho. Para constituir una nueva ética desde luego haría falta ya una ética a partir de la cual pudiéramos representarnos la nueva. Y esa que nos guía según dichas representaciones es ya nuestra ética. Quien hace proyectos está orientado por un ethos. Pero el ethos mismo no es un proyecto. De ahí que el título “Proyecto de ética mundial” (Projekt Weltethos) carezca de sentido. Ethos es algo que surge en el contexto de la vida moral.
Max Scheler

¿Y qué hay sobre la “globalización”? En la medida en que el mundo vaya hacia una unidad real, es decir, en la medida de la interdependencia creciente de todo lo que sucede sobre la tierra, naturalmente se desarrollará a largo plazo algo parecido a un ethos global. Lógicamente, la filosofía está especialmente predispuesta para esa reflexión, ya que hay que tener claramente en cuenta que la filosofía europea era, desde el principio, global. Se consolida como un pensar emancipado de la mera tradición, de inercias locales, etc. La lógica de Aristóteles no es la descripción de lo que el hombre griego había pensado en el siglo IV antes de Cristo, sino una declaración de reglas que debe seguir cualquier hombre razonable en el mundo si no quiere pensar un disparate. Eso quiere decir que la lógica aristotélica es global. Y eso vale para la filosofía en su conjunto. Tomemos la ética de los valores de Max Scheler en nuestro actual momento histórico. Scheler era completamente consciente de la limitación histórica y sociológica de cada ethos concreto y de su jerarquía axiológica. Scheler es uno de los creadores de la sociología del conocimiento, pero lo que él buscaba eran valores a priori cuyas relaciones y cuya validez son independientes tanto de esos hechos condicionados por los tiempos como de las relaciones numéricas. Existen tales estructuras apriorísticas de valor que son completamente independientes de las estimaciones de valor de cualquier civilización. Esas relaciones se descubren en cada reflexión que se interroga sobre el mundo, si consigue librarse de sus intereses fácticos, así como de las valoraciones que se dan dentro de su propio entorno.

A mí me parece, pues, que la tradición filosófica es más actual que nunca, precisamente porque tenemos que obrar ahora con arreglo a una situación global. En todo caso, no deberíamos hacernos ilusiones: tal sociedad mundial tendrá igualmente las estimaciones condicionadas por los tiempos y por la época, que sencillamente no coinciden con un orden jerárquico de valores, acaso como sucede también con las grandes religiones, o como se puede descubrir en cada persona que piensa, si lo hace libre de prejuicios.

Usted ha mencionado el nombre de Aristóteles. Su Ética gira en torno a la cuestión sobre el bien. Esa cuestión del bien, ¿no habrá quedado obsoleta a la vista del actual encuentro entre culturas y mentalidades completamente diversas? ¿O podríamos decir que precisamente esa cuestión sobre el bien constituye un verdadero interrogante en la llamada época de la globalización, tema que se plantea tanto más urgente y que hoy también presenta buenas perspectivas para una respuesta o para un debate razonable, como en la antigüedad? 

Ciertamente eso es lo que podría decirse. Las diferencias entre las diversas culturas son en verdad grandes, pero no tanto como se considera algunas veces. Cada vez me asombra más comprobar cómo en realidad los hombres están en el fondo tan vinculados. Tengo en mi círculo de amistades dos amigos chinos que están aquí desde hace un par de años. Las diferencias de costumbres, de sensibilidades, etc., son tan impresionantes que deseo que no desaparezcan, porque enriquecen la realidad. Y a pesar de esto, las similitudes también son imponentes.


Los juicios sobre lo que ha de ser tenido como bueno, malo, normal o admirable son casi idénticos. Y no es que tengamos la misma religión: ellos no son cristianos, y yo sí. La cuestión es que existe justamente una naturaleza en el hombre, y una razón, que hace legítimo hablar de una familia humana.

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