Uno de sus libros está dedicado al tema “felicidad y benevolencia”. Usted trata de aclarar la cuestión de las condiciones para lograr una vida feliz. ¿A qué conclusión llega usted?
Hoy se confunde a menudo la felicidad con un estado de ánimo. Pero la felicidad es más que estar “happy”, o que “encontrarse bien”. De lo contrario, el hombre más feliz habría de ser aquel al que se le mantuviese narcotizado durante un par de decenios, dejándole en un estado de euforia artificial a base de suministrarle sustancias estimulantes mediante hilos conectados al cerebro. Pero ¿quién de nosotros querría cambiarse por él? Nadie. Preferimos la vida real. Pues la felicidad tiene algo que ver con la realidad. Eso es exactamente lo que la ética pone de relieve. No existe una felicidad es virtual.
Crear mundos de ensueño que compensen la dureza de la realidad. ¿Dónde reside la inflación de ilusión en nuestro tiempo?
Hoy nos encontramos en una situación muy parecida a la del siglo XVIII. El racionalismo, el pensamiento técnico y la reflexión sobre los estados de ánimo van de la mano. El hombre no es feliz cuando su atención se dirige primariamente a sí mismo. La felicidad no puede lograrse o gestionarse de una manera directa. La felicidad se halla en el encuentro con la realidad –personas y cosas–, no en simulacros, mundos virtuales o situaciones de enajenación. La orientación monográfica hacia la propia situación significa la huída a la fantasía, a los mundos artificiales hasta llegar al cibersexo.
¿Dónde está el meollo de la ética? ¿En una vida personalmente satisfactoria? ¿En una convivencia satisfactoria?
Ambas cosas se asocian de manera inseparable. La ética es el comportamiento que tiene en cuenta al otro por sí mismo, y no simplemente desde el punto de vista de lo que significa para mí. Alguien que tiene la preocupación de que su mujer regrese sana y salva de un viaje tiene un comportamiento parecido al que siguen los animales: no quieren perder algo que les pertenece. La pegatina del automóvil con el lema “¡Piensa en tu mujer: conduce con prudencia!” fundamentalmente contiene el núcleo de la ética, a saber, mira a los demás no sólo como una parte de tu mundo, sino mira que tú mismo seas parte del mundo del otro. La felicidad tiene que ver algo con el salir de uno mismo, con la trascendencia.
En su opinión, ¿qué es lo que más se echa en falta en la humanidad de hoy?
Saber sufrir. La aceptación no es posible sin la capacidad de aceptar el sufrimiento. La condición fundamental de la felicidad es asumir e integrar en mi propia realidad todo aquello que no depende de mí. Yo no hago el mundo tal como es; eso es algo que se me da. En relación con esto me viene siempre a la mente lo que Matthias Claudius escribía a su hijo: “La verdad, hijo mío, no se dirige hacia nosotros, sino que somos nosotros los que tenemos que ir hacia ella”. Aquí hay una gran sabiduría: un hombre es feliz si realiza lo que quiere y lo que puede, pero desde luego no de forma ilimitada, sin fronteras, sino solamente cuando es capaz al mismo tiempo de aceptar los hechos reales, la realidad tal como viene dada, e igualmente cuando es capaz de aceptarse a sí mismo y a los demás.
Hoy se confunde a menudo la felicidad con un estado de ánimo. Pero la felicidad es más que estar “happy”, o que “encontrarse bien”. De lo contrario, el hombre más feliz habría de ser aquel al que se le mantuviese narcotizado durante un par de decenios, dejándole en un estado de euforia artificial a base de suministrarle sustancias estimulantes mediante hilos conectados al cerebro. Pero ¿quién de nosotros querría cambiarse por él? Nadie. Preferimos la vida real. Pues la felicidad tiene algo que ver con la realidad. Eso es exactamente lo que la ética pone de relieve. No existe una felicidad es virtual.
Crear mundos de ensueño que compensen la dureza de la realidad. ¿Dónde reside la inflación de ilusión en nuestro tiempo?
Hoy nos encontramos en una situación muy parecida a la del siglo XVIII. El racionalismo, el pensamiento técnico y la reflexión sobre los estados de ánimo van de la mano. El hombre no es feliz cuando su atención se dirige primariamente a sí mismo. La felicidad no puede lograrse o gestionarse de una manera directa. La felicidad se halla en el encuentro con la realidad –personas y cosas–, no en simulacros, mundos virtuales o situaciones de enajenación. La orientación monográfica hacia la propia situación significa la huída a la fantasía, a los mundos artificiales hasta llegar al cibersexo.
¿Dónde está el meollo de la ética? ¿En una vida personalmente satisfactoria? ¿En una convivencia satisfactoria?
Ambas cosas se asocian de manera inseparable. La ética es el comportamiento que tiene en cuenta al otro por sí mismo, y no simplemente desde el punto de vista de lo que significa para mí. Alguien que tiene la preocupación de que su mujer regrese sana y salva de un viaje tiene un comportamiento parecido al que siguen los animales: no quieren perder algo que les pertenece. La pegatina del automóvil con el lema “¡Piensa en tu mujer: conduce con prudencia!” fundamentalmente contiene el núcleo de la ética, a saber, mira a los demás no sólo como una parte de tu mundo, sino mira que tú mismo seas parte del mundo del otro. La felicidad tiene que ver algo con el salir de uno mismo, con la trascendencia.
En su opinión, ¿qué es lo que más se echa en falta en la humanidad de hoy?
Saber sufrir. La aceptación no es posible sin la capacidad de aceptar el sufrimiento. La condición fundamental de la felicidad es asumir e integrar en mi propia realidad todo aquello que no depende de mí. Yo no hago el mundo tal como es; eso es algo que se me da. En relación con esto me viene siempre a la mente lo que Matthias Claudius escribía a su hijo: “La verdad, hijo mío, no se dirige hacia nosotros, sino que somos nosotros los que tenemos que ir hacia ella”. Aquí hay una gran sabiduría: un hombre es feliz si realiza lo que quiere y lo que puede, pero desde luego no de forma ilimitada, sin fronteras, sino solamente cuando es capaz al mismo tiempo de aceptar los hechos reales, la realidad tal como viene dada, e igualmente cuando es capaz de aceptarse a sí mismo y a los demás.
Texto completo en el enlace https://www.interrogantes.net/robert-spaemann-ninguna-ciencia-puede-dar-razon-ultima-del-mundo/ (mal editada)
No hay comentarios:
Publicar un comentario