martes, 20 de octubre de 2015

La filosofía y los filósofos (1)

Uno de los reproches que recibe la filosofía es no tener utilidad práctica. La respuesta a la pregunta ¿para qué sirve la filosofía? no tiene una respuesta inmediata que sea simple e inteligible para todo el mundo. Spaemann tampoco lo facilita cuando la define como la reflexión y el discurso contínuo sobre las últimas preguntas. (1) Una definición que nos lleva a lo que es propio de la metafísica (2), que trata de temas que a primera vista nos parecen alejados de los acontecimientos cotidianos. Pero él remarca su importancia práctica: estas últimas preguntas son la raiz de nuestra sociedad, cuestiones cuyo ocultamiento es, precisamente, el que asegura la estabilidad de nuestra vida cotidana. (3)

La filosofía es un diálogo abierto, porque el paso del tiempo añade nuevos matices que es necesario valorar. Esto supone una postura respecto al legado, pero con la mirada puesta en el presente, porque hay que encontrar respuestas a lo que pasa en este momento. El filósofo se ha de hacer constantemente preguntas sobre la realidad, pero su tarea no es la predicción del futuro sino más bien interpretar lo que ha pasado e intentar comprender lo que está pasando. (4) La reflexión ha de estar liberada de planteamientos preconcebidos, pero consciente del terreno donde se mueve, es decir, sin alejarse de la realidad. En este sentido entiendo la afirmación de que la filosofía es esencialmente anarquista y sólo puede cultivarse en un ámbiro de anarquía teórica (reflexión libre, sin tabús), todo y que está lejos de trabajar en favor de la anarquía práctica (utilización de argumentos, conocimiento de la realidad –pensar en el sentido de los tabús vigentes en la vida pública-) (5)

Pero el filósofo, por el hecho de serlo, no es inmune a cualquier contaminación social e ideológica, lo que se traduce en que, aunque se sigan las mismas pautas de trabajo se pueda llegar a conclusiones divergentes. Spaemann lo expresa de la siguiente manera: cada filósofo elabora su pensamiento a partir de determinadas experiencias básicas. La filosofía no comienza de la nada, sino que cada planteamiento se alimenta de las experiencias que cada uno ha vivido. (6). De ahí la importancia del diálogo.

Volviendo a la cuestión inicial, hay que preguntarse sobre la aportación dela filosofía a la sociedad. Para Spaemann, al estado le interesa la existencia y la actividad de los filósofos. (7): el interés de que los procesos sociales no se desarrollen de manera puramente espontanea y violenta, sino en la forma de un debate basado en argumentos. Afirma que la experiencia corrobora que las sociedades donde los filósofos se desenvuelven con mayor libertad son mucho más estables que aquellas en las que se les intenta aislar. Sin embargo, constata que en las sociedades donde la libertad de expresión es limitada la influencia de los intelectuales disidentes es mucho más grande que en las sociedades libres. De lo que se deduce que si se quiere que las opiniones de los intelectuales sean inofensivas sólo hace falta que se les deje hablar tanto como quieran. (8) Es una manera de hacer patente lo que ocurre a menudo en el debate social, donde se mezclan opinión y conocimiento, y donde una buena puesta en escena puede resultar más convincente que la fuerza de los argumentos. Por eso considera que el filósofo no ha de pretender un reconocimiento social general y ha de admitir que la sociedad no distinga entre filósofos y sofistas, aunque manifieste que los intelectuales en general son abogados defensores del conjunto de la sociedad. (9)

(1) Robert Spaemann. Para qué sirven los filósofos. Discurso pronunciado al recibir el Premio Roncesvalles de la Universidad de Navarra. Recogido en Nuestro Tiempo nº 564, Pamplona, Juny 2001
(2) “Es una parte de la filosofía, la que se refiere a las cuestiones más fundamentales, digamos a las cuestiones primeras o últimas: el ser, Dios, el alma o la muerte son problemas metafísicos”. (André Comte-Sponville. Diccionario filosófico, concepte metafísica).
(3)Robert Spaemann. Para qué sirven los filósofos, obra citada
(4) Entrevista de Günther Müchler a Robert Spaemann emitida en el programa Interview der Woche de la emisora de radio alemanya Deutschlandfunk el 21/10/2001.
(5) Ver Robert Spaemann. Para qué sirven los filósofos, obra citada
(6) Entrevista de Wolfgang Küpper a Robert Spaemann, emitida en el canal radiofónico alemán Alpha (Der Bildungskanal der Bayerische Rundfunks) el 22-12-2000.
(7) “el estado moderno no deriva su legitimidad de la verdad de determinadas convicciones, sino de la corrección procedimental de sus mecanismos de decisión. Non veritas sed auctoritas facit legem, dice Thomas Hobbes. Pero conviene tener claro que la legalidad procedimental proporciona legitimidad tan sólo mientras esos procedimientos alumbran decisiones que están de acuerdo con las intuiciones humanas elementales acerca de la justicia. Se puede prescindir de las cuestiones relativas a la verdad y la justicia sólo en la medida en que la paz interna constituya el supremo valor absoluto. Pero hay siempre circunstancias en las que los hombres consideran que no vale la pena conservar esta paz. Circunstancias en las que se puede afirmar, con Bertold Brecht: "Hemos decidido temer más nuestra mala vida que la muerte". No es posible desterrar del discurso público la pregunta acerca de la vida buena. Pero esta es la pregunta propia de la filosofía. Y una sociedad sólo es libre en la medida en que posibilita ese discurso.” (Robert Spaemann. Para qué sirven los filósofos, obra citada).
(8) Robert Spaemann. Para qué sirven los filósofos, obra citada.
(9) Robert Spaemann. Para qué sirven los filósofos, obra citada.

Continúa en la siguiente entrada

1 comentario:

  1. Recién encuentro con este blog, buscando información sobre Spaemann después de leer algunos de sus libros. Lo leeré con atención. Gracias por la iniciativa. Sobre esta entrada, creo que quizás se podría insistir en lo que, según leo en el segundo artículo recopilado en Límites, Spaemann llama su escepticismo respecto a la suposición de que pueda darse un ajuste real entre el mejor argumento filosófico, la mejor manera de vivir y la influencia pública. Ese "anarquismo" que señalas relacionarlo con el escepticismo que confiesa respecto a que quepa institucionalizar la función de los filosófos, sobre todo en lo que le interesa especialmente, en el ámbito práctico.

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