Continuación de la entrada anterior
Se podría decir que el problema más grande que puede tenir
un filósofo es pensar en términos políticos. Para el político es vital el
reconocimiento social, porque no es
suficiente con tener razón, sin más, es necesario que está razón esté
reconocida públicamente (1) y para ello le hace falta capacidad para el discurso. (2)
Pero la estabilidad de la sociedad democrática depende de la
fortaleza de las convicciones de sus ciudadanos, así se desprende de la siguiente
afirmación: las democracias sólo pueden
resultar buenas cuando las almas de sus ciudadanos no son democráticas. (3)
Es una apelación a la autonomía del pensamiento y sentido crítico positivo de
los ciudadanos.
La postura acomodada a la opinión de la mayoría, según las
interpretaciones demoscópicas de la realidad, no ayuda a dar consistencia a una
sociedad. Tener como criterio de actuación la propuesta implícita en un antiguo
anuncio publicitario que tuvo mucho eco: nueve
de cada diez estrellas usan Lux, quizás evite tener que dar explicaciones
sobre lo que uno hace o piensa, pero aporta un elevado grado de inestabilidad
como consecuencia de lo que Oriol Pi de Cabanyes define como dimisión del pensar personalmente. (4)
No es un fenómeno nuevo, hace sesenta y cinco años el
sociólogo americano David Riesmann alertava de unos comportamientos en las
elecciones políticas que Spaemann califica como reducción de las decisiones políticas y morales a la inmediatez de la
sensación de valor (5) que no surgen espontáneamente en los ciudadanos,
sino más bien son manipulados desde el exterior. Puede pensarse que una
sociedad con mayoría de ciudadanos de este tipo es más manejable desde el poder
político, bastaría con estar acertado en el mensaje y hacer un buen trabajo de
análisis de técnicas de mercado para obtener el apoyo deseado, pero esta
voluntad maleable acostumbra a ser también voluble y, así, el criterio puede canviar
por el motivo más inesperado cuando ceja el deslumbramiento que le atraía o hay
otra opción que le cae mejor. Para romper esta dinámica social, propia de
socidades acomodadas, la tarea de los intelectuales es fundamental.
(1) Robert Spaemann. Para qué sirven los filósofos. Discurso
pronunciado al recibir el Premio Roncesvalles de la Universidad de Navarra.
Recogido en Nuestro Tiempo nº 564, Pamplona, Juny 2001
(2) Robert Spaemann. Para qué sirven los filósofos,
obra citada
(3) Robert Spaemann. Para qué sirven los filósofos,
obra citada
(4) “La política, tal como generalmente se expresa, querría
simplificarlo todo en dos opciones. O eres de los nuestros o eres de nuestros
contrarios. O eres progre o eres facha. El reduccionismo se impone en todos los
órdenes de la vida social. Y así vamos colocando etiquetas a todo bicho
viviente, de modo que, una vez ya creemos saber qué pie calza, nos ahorramos
tener que discernir por cuenta propia si estamos o no de acuerdo con su
opinión. El fenómeno –que prospera a medida que prosperan la pereza mental y la
adhesión automática a lo que hemos dado en llamar lo políticamente correcto-
consiste en decir siempre lo que conviene decir. Y no según la propia verdad,
sino según el prejuicio generalizado. Hablando de esta dimisión del pensar
personalmente…” (Oriol Pi de Cabanyes. El síndrome Saramago. La
Vanguardia, Barcelona, 26/1/2005).
(5) “Hoy en día observamos una reducción de las decisiones
políticas y morales a la inmediatez de la sensación de valor. David Riesmann (The
lonely crowd –La muchedumbre
solitaria-) ha llamado la atención sobre el hecho de que hoy las
decisiones políticas y la emisión del voto, esto es, precisamente aquellas
acciones que de suyo están determinadas de modo especialmente teleológico y que
se hallan bajo la perspectiva de la responsabilidad, se llevan a cabo en gran
medida irracionalmente y en virtud de sensaciones: no se elige ya a una persona
por su programa, sino porque la imagen de esa persona se adecua a la
representación de algún valor, porque le gusta a uno. Pero justamente la
inmediatez de tales valoraciones se muestra en extremo mediatizada, mas no por
fines del agente sobre los que éste no ha reflexionado, sino por fines manipulados
desde el exterior.” (Robert Spaemann, Límites. Acerca de la dimensión ética
del actuar, Eiunsa, pàgines 76 i 77).
Me ha parecido que Spaemann, al pensar políticamente, asume el análisis de la política que hace Schmitt. Aunque sí que he leído que lo conoció, etc., me ha extrañado que no lo cite en pasajes en los que creo que es muy claro su schmitianismo: la realidad conflictiva insuperable en la sociedad, la decisión existencial última que determina la posición política… En ningun momento va contra la democracia, pero sí creo que acepta que el "análisis podría decirse fenomenológico" del poder de Schmitt. Para sostener también su pelea moral con ciertas posiciones políticas dominantes en las democracias. De hecho, creo que va más lejos que Schmitt cuando no deja claro dónde acaba la racionalidad administrativa y la racionalidad política.
ResponderEliminar