Mi conocimiento del autor se ciñe a los escritos y
entrevistas que he leído. A pesar de estas limitaciones he trazado unos rasgos que, intuyo, acompañan a su personalidad y vale la pena resaltar:
En sus escritos abundan citas de lo expresado por otros
filósofos e intelectuales. Al comentarlas supera el ámbito de la erudición. Son aportaciones reflexionadas que le sirven de soporte para hacer sus
propuestas.
b) Trabajo paciente
No hay prisa para elaborar las propuestas. Cada una es fruto de plantear
la cuestión, consultar el legado, reflexionar a partir de los datos disponibles
y hacer una valoración argumentada antes de emitir un juicio.
c) Apertura a nuevos planteamientos
Es consciente que cada propuesta es fruto de un momento determinado.
La reflexión filosófica no se detiene nunca y hay que tener en cuenta las
novedades que aportan los acontecimientos.
d) Desconfianza de la notoriedad
A pesar de las distinciones y reconocimientos que ha
recibido, desconfía de la notoriedad (1). El filósofo
corre el peligro de condicionar su discurso por el temor a decepcionar a sus
seguidores. Además, la tarea del filósofo incomoda a quien detenta el
poder, porque siguen dinámicas distintas y trabajan en estadios
diferentes. Quien ejerce el poder ha de tomar decisiones en un tiempo determinado mientras que la reflexión filosófica no está condicionada temporalmente.
e) Reflexión libre
Considera que, desde la reflexión filosófica, es posible
defender legítimamente posturas diferentes o incluso antagónicas (2). Al
filósofo le corresponde argumentarlas y al receptor valorar la solidez de los
argumentos.
(1) “El filósofo no debe con ello correr el peligro de
sacrificar su ensimismamiento. El éxito sólo puede venir despertando ensimismamientos”
(Robert Spaemann. Una crítica a la
indiferencia ante la vida. Entrevista de Christian Geyer y Carlos Gebauer para
Die Welt. Recogida por Nuestro Tiempo nº 407, Pamplona, maig
1988).
(2) Robert Spaemann. Para
qué sirven los filósofos. Discurso pronunciado al recibir el Premio
Roncesvalles de la Universidad de Navarra. Recogido en Nuestro Tiempo nº 564, Pamplona, Junio 2001.
Continúa en la siguiente entrada
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