Ramoneda |
Con motivo de la
convocatoria de una carrera solidaria el filósofo y periodista Josep Ramoneda
comentaba, en un artículo publicado en La Vanguardia hace varios años, que para mucha gente era atractivo expresar su solidaridad acudiendo a actos de
estas características, pero no querían oír hablar de adoptar actitudes que
supusieran un compromiso más firme. (1)
Pese a que puedan conmover o provocar admiración las muestras de servicio a los demás, sigue teniendo mucha fuerza en el interior de muchos seres humanos la identificación entre ser bueno y ser tonto.
Pese a que puedan conmover o provocar admiración las muestras de servicio a los demás, sigue teniendo mucha fuerza en el interior de muchos seres humanos la identificación entre ser bueno y ser tonto.
Estas situaciones
son un reflejo de la tensión que hay en el ser humano entre razón y vida (2).
La reflexión que hace Spaemann le lleva a la benevolencia, que es el resultado
inmediato de la percepción de la realidad como identidad (3) y esta percepción
sólo puede entenderse como facultad moral a la que llega el ser humano cuando
despierta a la realidad (4).
Este despertar
significa salir de la centralidad de la propia vida, el horizonte marcado por
el instinto de la naturaleza de su especie. (5)
La manifestación
de la benevolencia es el descubrimiento de la propia realidad y la realidad del
otro, y al estar insertada en lo más íntimo del ser humano precede y sustenta
todo imperativo moral (6).
Pero la
benevolencia es un concepto universal, inconmensurable, que podríamos asimilar
a un catálogo de buenas intenciones sin consecuencias prácticas, ya que sólo
con buenas intenciones no se fríe un huevo.
Entonces es el
turno del ordo amoris, que es la
concreción práctica de la benevolencia como consecuencia de las limitaciones
propias del ser humano.
Lipovetsky |
(1) En el mismo
sentido este texto de Lipovetsky: “Lo que está deslegitimizado no es el
principio de la acción de ayuda, sino el vivir para el prójimo. El
individualismo contemporáneo no es antinómico con la preocupación de
beneficencia, lo es con el ideal de la entrega personal: se quiere ayudar a los
otros pero sin comprometerse demasiado, sin dar demasiado de sí mismo. Sí a la
generosidad pero a condición de que sea fácil y distante, que no esté
acompañada de una renuncia mayor. Somos favorables a la idea de solidaridad si
ésta no pesa demasiado directamente sobre nosotros… (Gilles Lipovetsky: El crepúsculo del deber. La ética
indolora de los nuevos tiempos democráticos - Le crépuscle du devoir- ‘1992’ – Anagrama ‘2000’ – Colección: Argumentos
número 148 – Traducción: Juana Bignozzi - IV. LAS METAMORFOSIS DE LA VIRTUD. EL
ALTRUISMO INDOLORO. Una ética mínima)
(2) Tratado
específicamente por Spaemann en Felicidad
y benevolencia, páginas 133 y 145
(3) “…tanto en el
sentido clásico como en el sentido habitual ser significa identidad
(Selbstsein)” (Spaemann. Felicidad y
benevolencia, pàgines 27 i 28).
(4) Spaemann. Felicidad y benevolencia, página 252.
(5) Spaemann. Felicidad y benevolencia, página 165.
(6) Spaemann. Felicidad
y benevolencia, página 252.
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