
La extensión del amor es infinita. Si entendemos el amor como amor benevolentiae, como hacer que lo real se torne real para nosotros, el resultado es el mismo.
El criterio de medida del referido hacerse real no es el medio entre extremos, sino un extremo en sí mismo: salvar la distancia infinita entre la negatividad de la reflexión y la positividad del ser.

Para el ser que ha despertado a la razón, la transformación de la vida mediante el logos y el llenar de vida la racionalidad es un proceso sin fin. Entenderlo como tarea es, en sí mismo, un don: el don de empezar a despertar.
Dentro del ordo amoris existe una conciencia cada vez más despierta, pero no un progreso que signifique un paso del dormir al despertar.
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