De todas las valoraciones a las
que he tenido acceso, la que me ha parecido más acertada ha sido la que hace
Misericòrdia Anglès (1) cuando dice que su forma de repensar concepciones
clásicas y centrales en la ética, entrando en diálogo con posiciones
contemporáneas y reflexionando sobre las cuestiones éticas en el momento
actual; no es una ética nueva, pero si una ética que tiene en cuenta la
situación del ser humano contemporáneo... y al hablar de benevolencia pone de
manifiesto su punto de partida teleologista propio de una ética de raíz
aristotélica enriquecida por la filosofía cristiana.
En este sentido, pero en un tono
laudatorio, expresa Juan Cruz (2) cuando dice que Spaemann se siente tributario
de la tradición de pensamiento que arranca de Atenas y Jesusalén, línea que ha
renovado y enriquecido.
El trabajo presentado se ha ido
orientando a medida que se iban llenando hojas. La unidad con la que Spaemann
expresa su pensamiento hace que todos los textos, al menos los que he
utilizado, estén relacionados de alguna manera, aportando matices sobre
conceptos tratados en algún epígrafe anterior. Ante esto, me he planteado a
menudo si convenía incorporarlos al texto. Una vez terminado queda la sensación
de que aún quedan muchas cosas en el tintero, pero había llegado el momento de
dejarlo.
(1) Misericòrdia Anglès. La noción de benevolencia en Robert Spaemann.
“Aunque Spaemann manifiesta que no piensa decir nada radicalmente nuevo, su
forma de repensar concepciones ya clásicas y centrales en la ética, entrando en
diálogo con posiciones contemporáneas y reflexionando acerca de las cuestiones
éticas en el momento actual, nos aporta no una ética nueva, pero si una ética
que tiene en cuenta la situación del ser humano contemporáneo. Para ello vuelve
sobre las grandes nociones de la ética teleológica aristotélico-tomista,
teniendo presente numerosos autores y corrientes de la ética moderna y
contemporánea. Con ello hace frente a nuevos retos ya que su forma de repensar
lo clásico infunde vitalidad a nociones antiguas. Así, desarrolla y defiende
una ética de la felicidad y de la vida lograda, no sólo desde la filosofía
aristotélica, sino también desde el cristianismo.
…siguiendo a Tomás de Aquino,
recalca que la virtud, no es lo prioritario en ética, sino la vida lograda. La
virtud no es un fin en sí misma, su valor está en ser el medio de la vida
lograda. Utilizando una frase de La ciudad
de Dios de san Agustín (las virtudes son
‘testigos de nuestra desventura’ -De
Civitate Dei, XIX, 4-) muestra este carácter de falta de completud de la
virtud. Por otra parte, haciendo una lectura del capítulo 48 del tercer libro
de la Summa contra gentiles, en la
que santo Tomás defiende que la felicidad última del hombre no está en esta
vida, Spaemann distingue entre la “felicidad absoluta” y la “felicidad modo
humano”. La limitación propia del modo humano, no obstante ser una limitación,
por ello mismo supone la apertura al ‘modus
divinus’ que nos permite ir más allá de la muerte. Así, no se puede
realizar de forma perfecta la felicidad terrena, ésta precisa de la esperanza y
de la paciencia, que permiten situar la felicidad en un horizonte de trascendencia
desconocido por los filósofos que tienen como ideal alguna forma de felicidad
terrena perfecta.”
(2) Juan Cruz Cruz. Lucidez en el análisis, valentía en las propuestas. “El profesor Spaemann se reconoce tributario de la tradición de pensamiento que arranca de Atenas y Jerusalén, línea que él ha sabido renovar y enriquecer… Lo que ha interesado siempre y de modo apasionado a nuestro filósofo no es, como a tantos intelectuales de nuestro tiempo, la mera originalidad, sino la verdad. Pero se da entonces la paradoja de que ese denodado esfuerzo por arrancar nuevos matices a la verdad acaba dando lugar a un pensamiento sumamente original y, por verdadero, imperecedero, mientras que los vientos cambiantes de las modas se llevan sin dejar rastro tantas construcciones ideológicas brillantes pero huecas.”
(2) Juan Cruz Cruz. Lucidez en el análisis, valentía en las propuestas. “El profesor Spaemann se reconoce tributario de la tradición de pensamiento que arranca de Atenas y Jerusalén, línea que él ha sabido renovar y enriquecer… Lo que ha interesado siempre y de modo apasionado a nuestro filósofo no es, como a tantos intelectuales de nuestro tiempo, la mera originalidad, sino la verdad. Pero se da entonces la paradoja de que ese denodado esfuerzo por arrancar nuevos matices a la verdad acaba dando lugar a un pensamiento sumamente original y, por verdadero, imperecedero, mientras que los vientos cambiantes de las modas se llevan sin dejar rastro tantas construcciones ideológicas brillantes pero huecas.”
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