Buscando una similitud con el
pensamiento de Spaemann se han analizado otras corrientes, como el
comunitarismo y el personalismo.
Massini Correas |
Hasta aquí se podría encontrar un vínculo, pero, donde se manifiesta, según mi criterio, un claro distanciamiento es en el comentario que hace el mismo autor más adelante cuando indica que una de las características del comunitarismo es su decidido antiuniversalismo, que le lleva a negar la existencia de un derecho natural y los consiguientes derechos naturales.
Respecto del personalismo, (2) coincide con la visión trascendente que es
expresión de la sacralidad de la vida, pero éste define la persona más bien
como una actitud que se sobrepone a la naturaleza humana y confiere grados en
la personalidad, cuando para Spaemann lo que es característico de la persona es
ser alguien, distinto de cualquier otro individuo de su especie; no hay niveles
de personalidad.
Cuando Mounier afirma en El personalismo que la persona no crece
más que purificándose del individuo que hay en ella, el concepto persona se
aproxima a lo que Spaemann entiende por dignidad. Puede parecer que se trata de
un matiz en el que no hay que dar demasiada importancia, pero, si se siguen las
formulaciones de Spaemann respecto de la persona se comprobará que es
extremadamente importante para él demostrar que todos los seres humanos desde
el momento en que son concebidos son personas, sin que esta afirmación admita
matizaciones. (3)
(1) “Esta nueva y
extremada versión de la ideología liberal, llamada comúnmente liberalismo
deontológico, por la primacía que establece de los derechos y sus
principios fundantes sobre los bienes u objetivos humanos, ha sido en los
últimos años objeto de una severa crítica en su mismo lugar de origen: los
Estados Unidos de Norteamérica. Allí ha surgido una corriente de pensamiento
llamada comúnmente comunitarismo, que incluye a pensadores de diversos
orígenes filosóficos: Alasdair Mac Intyre es aristotélico; Charles Taylor un
hegeliano singular; Mary Ann Glendon sigue a Tocqueville; Robert Bellah, Robert
Nisbet, Michael Sandel, Michael Walter y varios otros se consideran pertenecientes
a la tradición comunitario-republicana norteamericana. Pero a pesar de sus
diversas raíces filosóficas, todos estos autores centran su crítica al
liberalismo en determinados puntos comunes; ante todo, afirman que el
liberalismo deontológico maneja un concepto inadecuado de sujeto, al
considerarlo aislado de sus bienes propios (Ver M. Sandel. Liberalism and
the Limits of Justice, Cambridge U.P., Cambridge, 1982)”. …“uno de los
caracteres de la postura comunitarista es su decidido antiuniversalismo, que los
lleva a negar la existencia de un derecho natural y de los consiguientes
derechos naturales; esto se pone de manifiesto" especialmente en los
escritos de Mac Intyre, quien escribe que "por derechos no me refiero a
los derechos conferidos por la ley positiva o la costumbre a determinadas
clases de personas; quiero decir aquellos derechos que se dicen pertenecientes
al ser humano en cuanto tal (...); la verdad es aquí sencilla -concluye- no
existen tales derechos y creer en ellos es como creer en brujas y unicornios”
(A. Mac Intyre: Tras la virtud, Crítica, Barcelona, 1987, página 95).
También Robert Nisbet es terminante en este sentido: "...no existen
derechos de los hombres -afirma- que no procedan de la sociedad en la que los
seres humanos viven" (R. A. Nisbet: The Quest for Community, Oxford
U.P., London, 1981, pàgina 256). Y Lord Devlin sostiene expresamente que las
normas de la moralidad propia de un pueblo deben ser defendidas a ultranza,
cualquiera sea su contenido, aún cuando ellas establezcan v.gr. la poligamia
(Veure P. Devlin, The Enforcement of Morals, Oxford U.P., London, 1965,
pàgines 102-123). (Carlos I. Massini Correas. Iusnaturalismo, liberalismo y
comunitarismo.)
(2) Ramon
Alcoberro, analiza el personalismo en Filosofia i Pensament, E. Mounier
(1905-1950) y el personalismo, www.alcoberro.info. Se destacan los
siguientes fragmentos: “El hombre es “persona” en la medida en que no se
esconde en la masa, ni se deja negar por la tecnología, ni cae en abstracciones
conceptuales individualistas.” … “Contra el individualismo, propio de una
sociedad despersonalizada, se reivindica que “Persona” es un ser concreto (que
no subjetivo) y por ello relacional y comunicativo, es decir, “comunitario”. En
el MANIFIESTO AL SERVICIO DEL PERSONALISMO, Mounier la define así: «Una
persona es un ser espiritual constituido como tal por una manera de
subsistencia e independencia de su ser; mantiene esta subsistencia por su
adhesión a una jerarquía de valores libremente adoptados, asimilados y vividos
por un compromiso responsable y una conversión constante: unifica así toda su
actividad en la libertad y desarrolla por añadido a golpe de actos creadores la
singularidad de su vocación».” …“Es en la comunidad, en la relación concreta de
comunicación con los demás, donde realmente se constituye la persona. Para el
personalismo, los dos conceptos básicos que dan unidad al pensamiento son Persona
y Amor”. …“Persona y Amor deben ser considerados,
pues, no desde el punto de vista simbólico, o como abstracciones conceptuales,
sino como transcendentales y como expresión de la sacralidad de la vida; por
eso mismo el personalismo tiene una profunda vocación pedagógica: se trata no
sólo de amar, sino de educar para el amor y la trascendencia a una nueva
humanidad: Educar no consiste en hacer –y hacernos– “mejores personas”, sino en
“despertar” a la persona, pues como dice en EL PERSONALISMO: «Por
definición, una persona se suscita por una llamada, no se fabrica por
domesticación».”
(3) “Si la relación moral se da, en primer lugar y sobre todo, entre sujetos con autoconciencia, ¿qué se puede decir sobre los hombres que todavía no la poseen, que la han perdido ya o no la han tenido nunca? ¿Puede significar la palabra dignidad humana, aplicada a los hombres en cuestión, otra cosa que una expresión metafórica de la solidaridad derivada de pertenecer al mismo género biológico y para la que no puede haber un fundamento racional?
(3) “Si la relación moral se da, en primer lugar y sobre todo, entre sujetos con autoconciencia, ¿qué se puede decir sobre los hombres que todavía no la poseen, que la han perdido ya o no la han tenido nunca? ¿Puede significar la palabra dignidad humana, aplicada a los hombres en cuestión, otra cosa que una expresión metafórica de la solidaridad derivada de pertenecer al mismo género biológico y para la que no puede haber un fundamento racional?
Para aclarar la
insuperable conexión entre «naturaleza» humana y personalidad-, basta poner de
manifiesto que no podemos verificar nunca de forma directamente empírica la
personalidad o la relación consigo. Del «alma» personal hay exclusivamente
representaciones empíricas, sobre todo el rostro humano y el lenguaje. Ambas
representaciones simbólicas son esencialmente simulables. Y a la inversa;
existen casos en que la representación simbólica no tiene lugar, sin que por
ello nos veamos forzados a concluir que se trata de casos en que falta la
autoconciencia. Los ejemplos más claros son los casos de afasia o de aquellas
deformaciones del rostro que llegan a la desfiguración.
Sabemos que a
cualquiera de nosotros puede sucedemos algo semejante, y que, incluso sin tales
«señales», no podemos prescindir de ser reconocidos como personas. Tras este
reconocimiento se halla un conocimiento fundamental, que Aristóteles formuló
del modo siguiente: la esencia o la naturaleza de algo se puede comprobar en lo
que se manifiesta en la mayoría de los casos. La naturaleza racional tiene la
condición de realizarse, por lo común, como vida consciente de sí misma. La
racionalidad es, por así decir, su «forma normal». Percibir un organismo vivo
significa, percibirlo ideológicamente, es decir, contribuir a consumar su
«tendencia». Sólo podemos contribuir a consumar la tendencia del organismo humano
percibiéndolo como aquello que se logra a sí propio como vida consciente.
Cualquier estancamiento empírico que se quede detrás de ese «hacerse real» es
una zona oscura que no podemos interpretar adecuadamente. De ahí que también
resulte imposible fijar temporalmente el comienzo de la personalidad en el
desarrollo humano. Es propio de la esencia de la conciencia no poder recordar
su comienzo.
Cuando decimos «yo nací tal día», «yo» no significa algo que comenzara
cuando dijimos «yo», sino la vida humana, a la que nos referimos diciendo «yo»
y que precede a toda posibilidad de decir «yo». Es propio de la esencia de la
persona humana el fundarse en lo inmemorial. Por eso, el respeto hacia ella se
puede expresar únicamente como respeto hacia todo lo que ha sido producido por
el hombre.” (Spaemann, Felicidad y benevolencia, páginas 176 i 177)
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