lunes, 28 de diciembre de 2015

Conclusiones del estudio (8)

Buscando una similitud con el pensamiento de Spaemann se han analizado otras corrientes, como el comunitarismo y el personalismo.

Massini Correas
Según Massini Correas (1), el comunitarismo, en el que también se incluye MacIntyre, surge como reacción al liberalismo deontológico, que tiene como figura destacada John Rawls, de lo que afirma que utiliza un concepto inadecuado de sujeto, al considerarlo aislado de sus condicionamientos sociales y culturales y independientes de sus bienes propios. 

Hasta aquí se podría encontrar un vínculo, pero, donde se manifiesta, según mi criterio, un claro distanciamiento es en el comentario que hace el mismo autor más adelante cuando indica que una de las características del comunitarismo es su decidido antiuniversalismo, que le lleva a negar la existencia de un derecho natural y los consiguientes derechos naturales.

Respecto del personalismo, (2) coincide con la visión trascendente que es expresión de la sacralidad de la vida, pero éste define la persona más bien como una actitud que se sobrepone a la naturaleza humana y confiere grados en la personalidad, cuando para Spaemann lo que es característico de la persona es ser alguien, distinto de cualquier otro individuo de su especie; no hay niveles de personalidad.

Cuando Mounier afirma en El personalismo que la persona no crece más que purificándose del individuo que hay en ella, el concepto persona se aproxima a lo que Spaemann entiende por dignidad. Puede parecer que se trata de un matiz en el que no hay que dar demasiada importancia, pero, si se siguen las formulaciones de Spaemann respecto de la persona se comprobará que es extremadamente importante para él demostrar que todos los seres humanos desde el momento en que son concebidos son personas, sin que esta afirmación admita matizaciones. (3)

(1) “Esta nueva y extremada versión de la ideología liberal, llamada comúnmente liberalismo deontológico, por la primacía que establece de los derechos y sus principios fundantes sobre los bienes u objetivos humanos, ha sido en los últimos años objeto de una severa crítica en su mismo lugar de origen: los Estados Unidos de Norteamérica. Allí ha surgido una corriente de pensamiento llamada comúnmente comunitarismo, que incluye a pensadores de diversos orígenes filosóficos: Alasdair Mac Intyre es aristotélico; Charles Taylor un hegeliano singular; Mary Ann Glendon sigue a Tocqueville; Robert Bellah, Robert Nisbet, Michael Sandel, Michael Walter y varios otros se consideran pertenecientes a la tradición comunitario-republicana norteamericana. Pero a pesar de sus diversas raíces filosóficas, todos estos autores centran su crítica al liberalismo en determinados puntos comunes; ante todo, afirman que el liberalismo deontológico maneja un concepto inadecuado de sujeto, al considerarlo aislado de sus bienes propios (Ver M. Sandel. Liberalism and the Limits of Justice, Cambridge U.P., Cambridge, 1982)”. …“uno de los caracteres de la postura comunitarista es su decidido antiuniversalismo, que los lleva a negar la existencia de un derecho natural y de los consiguientes derechos naturales; esto se pone de manifiesto" especialmente en los escritos de Mac Intyre, quien escribe que "por derechos no me refiero a los derechos conferidos por la ley positiva o la costumbre a determinadas clases de personas; quiero decir aquellos derechos que se dicen pertenecientes al ser humano en cuanto tal (...); la verdad es aquí sencilla -concluye- no existen tales derechos y creer en ellos es como creer en brujas y unicornios” (A. Mac Intyre: Tras la virtud, Crítica, Barcelona, 1987, página 95). También Robert Nisbet es terminante en este sentido: "...no existen derechos de los hombres -afirma- que no procedan de la sociedad en la que los seres humanos viven" (R. A. Nisbet: The Quest for Community, Oxford U.P., London, 1981, pàgina 256). Y Lord Devlin sostiene expresamente que las normas de la moralidad propia de un pueblo deben ser defendidas a ultranza, cualquiera sea su contenido, aún cuando ellas establezcan v.gr. la poligamia (Veure P. Devlin, The Enforcement of Morals, Oxford U.P., London, 1965, pàgines 102-123). (Carlos I. Massini Correas. Iusnaturalismo, liberalismo y comunitarismo.)
(2) Ramon Alcoberro, analiza el personalismo en Filosofia i Pensament, E. Mounier (1905-1950) y el personalismo, www.alcoberro.info. Se destacan los siguientes fragmentos: “El hombre es “persona” en la medida en que no se esconde en la masa, ni se deja negar por la tecnología, ni cae en abstracciones conceptuales individualistas.” … “Contra el individualismo, propio de una sociedad despersonalizada, se reivindica que “Persona” es un ser concreto (que no subjetivo) y por ello relacional y comunicativo, es decir, “comunitario”. En el MANIFIESTO AL SERVICIO DEL PERSONALISMO, Mounier la define así: «Una persona es un ser espiritual constituido como tal por una manera de subsistencia e independencia de su ser; mantiene esta subsistencia por su adhesión a una jerarquía de valores libremente adoptados, asimilados y vividos por un compromiso responsable y una conversión constante: unifica así toda su actividad en la libertad y desarrolla por añadido a golpe de actos creadores la singularidad de su vocación».” …“Es en la comunidad, en la relación concreta de comunicación con los demás, donde realmente se constituye la persona. Para el personalismo, los dos conceptos básicos que dan unidad al pensamiento son Persona y Amor”. …“Persona y Amor deben ser considerados, pues, no desde el punto de vista simbólico, o como abstracciones conceptuales, sino como transcendentales y como expresión de la sacralidad de la vida; por eso mismo el personalismo tiene una profunda vocación pedagógica: se trata no sólo de amar, sino de educar para el amor y la trascendencia a una nueva humanidad: Educar no consiste en hacer –y hacernos– “mejores personas”, sino en “despertar” a la persona, pues como dice en EL PERSONALISMO: «Por definición, una persona se suscita por una llamada, no se fabrica por domesticación».”
(3) “Si la relación moral se da, en primer lugar y sobre todo, entre sujetos con autoconciencia, ¿qué se puede decir sobre los hombres que todavía no la poseen, que la han perdido ya o no la han tenido nunca? ¿Puede significar la palabra dignidad humana, aplicada a los hombres en cuestión, otra cosa que una expresión metafórica de la solidaridad derivada de pertenecer al mismo género biológico y para la que no puede haber un fundamento racional?
Para aclarar la insuperable conexión entre «naturaleza» humana y personalidad-, basta poner de manifiesto que no podemos verificar nunca de forma directamente empírica la personalidad o la relación consigo. Del «alma» personal hay exclusivamente representaciones empíricas, sobre todo el rostro humano y el lenguaje. Ambas representaciones simbólicas son esencialmente simulables. Y a la inversa; existen casos en que la representación simbólica no tiene lugar, sin que por ello nos veamos forzados a concluir que se trata de casos en que falta la autoconciencia. Los ejemplos más claros son los casos de afasia o de aquellas deformaciones del rostro que llegan a la desfiguración.
Sabemos que a cualquiera de nosotros puede sucedemos algo semejante, y que, incluso sin tales «señales», no podemos prescindir de ser reconocidos como personas. Tras este reconocimiento se halla un conocimiento fundamental, que Aristóteles formuló del modo siguiente: la esencia o la naturaleza de algo se puede comprobar en lo que se manifiesta en la mayoría de los casos. La naturaleza racional tiene la condición de realizarse, por lo común, como vida consciente de sí misma. La racionalidad es, por así decir, su «forma normal». Percibir un organismo vivo significa, percibirlo ideológicamente, es decir, contribuir a consumar su «tendencia». Sólo podemos contribuir a consumar la tendencia del organismo humano percibiéndolo como aquello que se logra a sí propio como vida consciente. Cualquier estancamiento empírico que se quede detrás de ese «hacerse real» es una zona oscura que no podemos interpretar adecuadamente. De ahí que también resulte imposible fijar temporalmente el comienzo de la personalidad en el desarrollo humano. Es propio de la esencia de la conciencia no poder recordar su comienzo.
Cuando decimos «yo nací tal día», «yo» no significa algo que comenzara cuando dijimos «yo», sino la vida humana, a la que nos referimos diciendo «yo» y que precede a toda posibilidad de decir «yo». Es propio de la esencia de la persona humana el fundarse en lo inmemorial. Por eso, el respeto hacia ella se puede expresar únicamente como respeto hacia todo lo que ha sido producido por el hombre.” (Spaemann, Felicidad y benevolencia, páginas 176 i 177)


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