Relación con la benevolencia:
- El objeto de la benevolencia o de la ayuda no es ya un hombre determinado o
un grupo concreto de hombres, sino, siempre y sin excepción, la totalidad del
proceso universal.
- La transformación de los imperativos morales en imperativos técnicos
viene a parar en una tutela del individuo, que no puede juzgar naturalmente lo
que es bueno o malo bajo ese aspecto. El agente y el afectado por su acción
quedan desposeídos de su realidad de un modo semejante. En su lugar hacen acto
de presencia dos abstracciones: «el mundo» y «la ciencia».
- El fin de optimación se puede definir únicamente recurriendo a valores
extramorales, es decir, por medio de valores en los que no aparece en absoluto
la identidad. Se puede tratar exclusivamente de valores vitales o de valores
estéticos. La razón consecuencialista se orienta por ellos: se agota en la
función instrumental al servicio de la vida, sin llegar a ser nunca forma de la
vida misma. Así no se puede pensar la unificación de razón y vida, pues la
racionalidad moral no pertenece al mundo cuya perfección está en juego.
- El consecuencialismo no puede proporcionar concreción a la
benevolencia: no permite construir algo semejante a un ordo amoris. En el consecuencialismo desaparece la identidad
inconmensurable del otro, que queda reducida a un mero momento dentro de un
imaginario bienestar total. El individuo no deviene real para el agente, sino
irreal. Pretende abandonar la finitud de la perspectiva del ser vivo, que entra
esencialmente en todo ordo amoris, y
adoptar algo así como un punto de vista divino, mas sin la capacidad de
integrar todas las perspectivas. El lugar subjetivo del hombre se respeta
siempre que subordine incondicionalmente su bienestar a la total optimización y
en la representación propia de lo que es la optimación no coincida con la de
quienes de hecho influyen en el curso de las cosas, no le queda más que
soportar su sacrificio como un destino irracional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario