miércoles, 16 de diciembre de 2015

Consecuencialismo* (y 3)

Relación con la benevolencia:

- El objeto de la benevolencia o de la ayuda no es ya un hombre determinado o un grupo concreto de hombres, sino, siempre y sin excepción, la totalidad del proceso universal.

- La transformación de los imperativos morales en imperativos técnicos viene a parar en una tutela del individuo, que no puede juzgar naturalmente lo que es bueno o malo bajo ese aspecto. El agente y el afectado por su acción quedan desposeídos de su realidad de un modo semejante. En su lugar hacen acto de presencia dos abstracciones: «el mundo» y «la ciencia».

- El fin de optimación se puede definir únicamente recurriendo a valores extramorales, es decir, por medio de valores en los que no aparece en absoluto la identidad. Se puede tratar exclusivamente de valores vitales o de valores estéticos. La razón consecuencialista se orienta por ellos: se agota en la función instrumental al servicio de la vida, sin llegar a ser nunca forma de la vida misma. Así no se puede pensar la unificación de razón y vida, pues la racionalidad moral no pertenece al mundo cuya perfección está en juego.

- El consecuencialismo no puede proporcionar concreción a la benevolencia: no permite construir algo semejante a un ordo amoris. En el consecuencialismo desaparece la identidad inconmensurable del otro, que queda reducida a un mero momento dentro de un imaginario bienestar total. El individuo no deviene real para el agente, sino irreal. Pretende abandonar la finitud de la perspectiva del ser vivo, que entra esencialmente en todo ordo amoris, y adoptar algo así como un punto de vista divino, mas sin la capacidad de integrar todas las perspectivas. El lugar subjetivo del hombre se respeta siempre que subordine incondicionalmente su bienestar a la total optimización y en la representación propia de lo que es la optimación no coincida con la de quienes de hecho influyen en el curso de las cosas, no le queda más que soportar su sacrificio como un destino irracional.

* Ver Robert Spaemann: Felicidad y benevolencia, Ediciones Rialp (1991), Segunda parte, 5. Consecuencialismo, páginas 182-198 y 6.  El Discurso, páginas 199-200.




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