martes, 1 de diciembre de 2015

Ordo amoris * (2)

¿El amor benevolentiae es indiscriminado?, ¿vale de igual modo para todos? Si fuera así la benevolencia carecería de aplicación práctica. Se reduciría a un imperativo de imparcialidad y a la exigencia de universalización, pero perdería la fuerza capaz de abrirse a la realidad, que nos permite percibir los sujetos que pueden ser objeto de nuestro respeto conforme al deber, y el amor se convertiría en una inclinación patológica al estilo kantiano, un fenómeno instintivo que sería absolutamente incapaz de revelar nuestra identidad; la vida y la razón quedarían separadas de nuevo. Debe existir una conexión interna entre la experiencia del amor único y exclusivo y la universalidad de la benevolencia

Jean Paul
Las formas originarias y más puras de benevolencia -simpatía, amistad, agradecimiento- son completamente contingentes respecto de su objeto. Jean Paul (1) ha llamado la atención acerca de que el sentimiento de agradecimiento es esencialmente desinteresado.

La benevolencia de seres finitos tiene carácter de agradecimiento,  originariamente contingente, y prueba su autenticidad en que en el individuo singular al que se dirige tiene una vivencia del mundo en su conjunto y lo ven en una nueva luz. Así se suprime la contingencia inicial. Un sólo individuo representa el todo.

*Ver Robert Spaemann: Felicidad y benevolencia (1989) - Ediciones Rialp (1991) – Ordo amoris. I. Páginas 168-169
(1) Johann-Paul-Friedrich (Jean Paul) Richter: Quintus Fixlein, Obras completas, I, 5, p. 208 y siguientes


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