sábado, 19 de diciembre de 2015

Ética discursiva* (y 3)

Relación con la benevolencia:

- Lo específicamente ético no reside en respetar una condición determinada a la que se subordina cualquier persecución individual de fines. Esta condición es la aceptación del otro, la benevolencia incondicionada para con todo ser racional. La benevolencia relativiza los fines naturales exclusivamente a causa de que el agente se concibe a sí mismo como uno entre los demás, a los que no priva de la posibilidad de perseguir fines naturales o caprichosos.

- Abstraer de toda circunstancia significaría no hablar ya más de acciones determinadas y renunciar a toda operacionalización del principio de la benevolencia. El resultado sería una ética de situación puramente nominalista. Del «formalismo» kantiano no deriva ningún principio que permita fijar el grado de individualización de determinados tipos de acción o de situación a los que puedan referirse nuestras reglas morales.

- La benevolencia no exige apropiarse de los fines de los demás, mas sí hace valer su identidad y robustece la posibilidad de cada uno de perseguir sus propios fines.

- Los principios de la ética de los valores, que entiende los valores como fundamento originario, dado intuitivamente, de toda moral, se consideran en la actualidad sospechosos de destruir toda ética racional como consecuencia de la apelación que hacen a la evidencia subjetiva de datos últimos, así como de hacer que resulte imposible la función más importante de la ética: la solución consensuada de los conflictos. La tarea primordial de la ética no es resolver conflictos. La ética es, ante todo, la reflexión sobre las condiciones de la vida lograda y, después, la doctrina de las consecuencias prácticas de la benevolencia, es decir, del ordo amoris. Lejos de resolver los conflictos, lo ético puede, bajo determinadas circunstancias, agudizarlos. La reflexión ética no trata sobre la solución de los conflictos sin más, sino sobre la correcta solución de los mismos. Determinar cuál sea la referida solución es algo sobre lo que puede existir disputa.

- Se ha hecho la propuesta de sustituir la consulta individual a la razón práctica propia por el resultado de un discurso real con todos los afectados por las consecuencias de mi acción. El principio de benevolencia no sólo exige considerar el bienestar de los afectados por mi acción, sino también permitirles que se manifiesten acerca de la definición del bienestar mismo, así como sobre la elaboración de las normas exigibles a todos. Nadie puede decidir por los demás sobre lo que se debe exigir.

*Ver Robert Spaemann en Felicidad y benevolencia, Ediciones Rialp ‘1991’ – Segunda parte. 6. El discurso. Páginas 200-213.


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