Aspectos criticables:
- El nominalismo antiteleológico de la modernidad es el que sugiere una nueva
interpretación de la razón clásica como ética discursiva.
- La disposición a entrar en un discurso justificatorio tiene una
significación eminentemente moral, pero no se halla donde la «ética discursiva»
la busca. Su significación no consiste en la producción de normas, sino en el
examen de las mismas. Esta función no se puede realizar con discursos ideales
ficticios, sino únicamente con discursos empíricos reales.
- El discurso que sirve como criterio es un discurso ideal admitido
contrafácticamente, cuyo resultado tenemos que anticipar en nuestras
consideraciones morales. Los discursos reales, que tienen como objetos
preguntas prácticas, no están nunca libres de dominio. La anticipación del
resultado del discurso no es más que el fruto de la deliberación racional
consigo mismo que debería ser sustituido por la ficción del discurso ideal.
- Solamente los discursos reales pueden verificar la anticipación de
los discursos ideales ficticios. Sólo en ellos nos exponemos al otro en tanto
que ser verdaderamente real, así como a sus puntos de vista, a menudo
radicalmente contrarios a los nuestros, los cuales no podemos anticipar en modo
alguno mientras tengamos que ver únicamente con la «idea» del otro.
- En el discurso aportamos propuestas orientadas por la justicia para
resolver los conflictos. Sobre las referidas propuestas -sólo sobre ellas- es
posible un discurso racional. Los discursos reales tienen la función de
verificar la pretendida imparcialidad de nuestros juicios morales.
- Para elegir un orden justo, se debe ya ser justo. La justicia de la
elección no se puede establecer mediante un cálculo de los intereses propios
bajo condiciones fácticas.
- Los regímenes basados en la ideología de la ausencia de dominio
obtienen por la fuerza el consentimiento de los súbditos.
- Un ulterior supuesto de los discursos ideales: la necesidad de un
cierto grado de homogeneidad. La razón no es suficiente por sí sola para
producirlo. Si la comunidad de la naturaleza humana consistiera exclusivamente
en la capacidad de hablar y en la de pensamiento, no en tener también una
cierta comunidad elemental en el modo de apreciar los valores inmediatos, el
discurso sería incapaz de suplir la falta de esta última. No se pueden producir
discursivamente valores comunes. Más bien son supuestos para que pueda
producirse un entendimiento sobre lo bueno y lo malo. Sin una cierta
homogeneidad del sentimiento moral, la voluntad no puede hacer nada en favor
del entendimiento y el compromiso racionales. El discurso no puede llevar -como
no puede hacerlo la razón que quiere representar- a una normalización no
meramente formal del obrar, a no ser que los que entran en diálogo entre sí
estén de acuerdo de antemano sobre ciertas valoraciones elementales. Cuando no
sea éste el caso, no será posible que el discurso supla el acuerdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario