martes, 8 de diciembre de 2015

El perdón* (2)

Si el amor, entendido como amor benevolentiae, consiste en que el otro se torne real para mí hay que resolver una contradicción: yo sólo podría entender realmente al otro si me transformara en el otro, pero entonces dejaría de ser yo.

Cuando Emmanuel Lévinas (1) define la relación metafísica con el otro como «deseo», como désir, está expresando con ello esa infinitud inalcanzable de la afirmación. Sólo en el supuesto de que ambos fuéramos nada podría consumarse la identificación con el otro.
De ese modo los dolores del otro seguirían siendo para mí menos reales que los propios. Esto es precisamente lo que tenemos que sentir como culpa.

La culpa de que aquí se trata no es originariamente moral, es decir, no es la transgresión de un deber fundado en un derecho de otro, sino en las limitaciones derivadas del ordo amoris como con secuencia de nuestra finitud

Anaximandro
Con esas condiciones dejará de irnos bien cuando hayamos comenzado a despertar a la realidad. Anaximandro (2) afirmaba que las cosas se pagan unas a otras un tributo por la injusticia.

La razón no puede transformar la vida de modo absoluto. Sin centralidad no hay vida. Tampoco hay vida que no lo sea a costa de otra vida. La intelección que nos instruye de tal circunstancia está acompañada de pesar. Sobre todo, está acompañada del deseo de que el comportamiento propio que suponga una carga para los demás no nos convierta a sus ojos en meros objetos o en enemigos. Lo que esperamos es perdón.

Hay acciones de las que no nos arrepentimos, pero lamentamos que las circunstancias hayan unido nuestra ventaja con el perjuicio de otro. Eso no precisaría naturalmente que se nos perdonara, porque vemos que la cosa no puede ser de otro modo, pero no podemos prescindir de que también el otro es razonable, pues en tanto que el otro sea real para nosotros no podemos estar en paz con nosotros mismos mientras no nos perdone nuestra limitación.

*Ver Robert Spaemann: Felicidad y benevolencia ‘1989’ (Glück und Wohlwollen) – Ediciones Rialp ‘1991’ - Segunda parte. Perdón. I. Páginas 271-273
(1) Emmanuel Lévinas propone en su texto Totalidad e Infinito que la verdadera vida está ausente y que debido a que estamos en el mundo, surge la metafísica o -deseo de trascendencia-, dirigida a esa otra parte, hacia lo Otro denominado así en un sentido eminente. Afirma que esa búsqueda de aquello insaciable, que nos mueve hacia lo Otro es el deseo metafísico, deseo absoluto dado que el ser que desea es mortal y lo deseado es invisible e infinito, por lo cual es una necesidad incolmable. Esta relación metafísica es más evidente en la “idea de lo infinito”, que se presenta como deseo que no se satisface, que se autosuscita desinteresadamente, en la bondad. (www.observacionesfilosoficas.net/eticalevinas.html)
(2)  El único fragmento de Anaximandro que ha sobrevivido hasta nuestros días [Diels, H. – Kranz, W., Die Fragmente der Vorsokratiker (DK), 3 vols., Weidmann, Berlin 1958, 12 B1] ha llegado hasta nosotros gracias a Teofrasto, a quien citan Simplicio, Hipólito y el Pseudo Plutarco. La versión de Simplicio es la más extensa y precisa. Versiones más breves se encuentran también en Diógenes Laercio [DK 12 A 1] y Aecio [DK 12 A 14].
El texto de Teofrasto, citado por Simplicio, dice lo siguiente:
De entre los que dicen que es uno, moviente e infinito, Anaximandro, hijo de Praxíades, un milesio, sucesor y discípulo de Tales, dijo que el principio y elemento de las cosas existentes era el ápeiron [indefinido o infinito], habiendo sido el primero en introducir este nombre de principio material.
Dice que éste no es ni el agua ni ninguno de los llamados elementos, sino alguna otra naturaleza ápeiron de la que nacen los cielos todos y los mundos dentro de ellos.
De ellos les viene el nacimiento a las cosas existentes y en ellos se convierten, al perecer, según la necesidad, pues se pagan mutuamente pena y retribución por su injusticia según la disposición del tiempo, describiéndolo así en términos bastante poéticos [traducción de Kirk, C. S. – Raven, J. E. – Schofield, M., Los Filósofos Presocráticos, 2 vol., Gredos, Madrid, 1987, pg. 169].
http://www.philosophica.info/voces/anaximandro/Anaximandro.html#DK


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