
Que el existente despierte y se descubra a sí mismo como
fundamento de todo valor significa este doble descubrimiento: que el existente
no es un caso particular y que no puede ser concebido a partir de un motivo
determinado. Este descubrimiento se manifiesta como intranquilidad y miedo. (1)
El hecho de estar jugándose algo es una
manifestación de la trascendencia volitiva del ser humano. Esta trascendencia
supone que el ser humano es capaz de salir de aquella perspectiva cuyo
horizonte se encuentra marcado por el instinto, es decir, la centralidad de su
propia vida natural.
Al abandonar la centralidad, el ser humano se
siente capaz de relativizar la propia vida, es decir, despierta a la realidad. En
este despertar del ser humano se descubre a sí mismo y descubre al otro. Es
más, se da cuenta que puede formar parte del entorno del otro, ser el otro del
otro.
Dirigirse a lo que es conveniente para el otro, es decir, lo que
satisface su propia trascendencia volitiva, es lo que llamamos benevolencia. (2).

(1) Robert
Spaemann, Felicidad y benevolencia, obra citada, Benevolencia, I, página
147.
(2) Robert Spaemann, Felicidad
y benevolencia, Benevolencia, II, página 152.
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