En Ser y tiempo Heidegger ha desarrollado la
tesis de que todo humano estar-en-el-mundo se halla envuelto en una estructura
fundamental de inquietud, por cuya virtud tanto nosotros mismos como nuestro
propio poder se encuentran esencialmente en juego. Sólo en este contexto tienen
valor las cosas.
Que el existente despierte y se descubra a sí mismo como
fundamento de todo valor significa este doble descubrimiento: que el existente
no es un caso particular y que no puede ser concebido a partir de un motivo
determinado. Este descubrimiento se manifiesta como intranquilidad y miedo. (1)
El hecho de estar jugándose algo es una
manifestación de la trascendencia volitiva del ser humano. Esta trascendencia
supone que el ser humano es capaz de salir de aquella perspectiva cuyo
horizonte se encuentra marcado por el instinto, es decir, la centralidad de su
propia vida natural.
Al abandonar la centralidad, el ser humano se
siente capaz de relativizar la propia vida, es decir, despierta a la realidad. En
este despertar del ser humano se descubre a sí mismo y descubre al otro. Es
más, se da cuenta que puede formar parte del entorno del otro, ser el otro del
otro.
Dirigirse a lo que es conveniente para el otro, es decir, lo que
satisface su propia trascendencia volitiva, es lo que llamamos benevolencia. (2).
*Concepto
desarrollado en Robert Spaemann, Felicidad y benevolencia (1989), Ediciones Rialp (1991), Segunda
parte. Benevolencia. Páginas 146
a 164
(1) Robert
Spaemann, Felicidad y benevolencia, obra citada, Benevolencia, I, página
147.
(2) Robert Spaemann, Felicidad
y benevolencia, Benevolencia, II, página 152.
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