sábado, 14 de noviembre de 2015

La conciencia (1)*

Hablar de conciencia es hablar de la dignidad del hombre, hablar de que no es algo particular de algo general, ni el ejemplar de un género, sino que cada individuo como tal es ya una totalidad, es ya “lo universal”.

Los hombres pueden saber la razón de lo que hacen. Actúan expresamente y en libertad respecto al sentido de su acción. Esta forma de actuar sólo se puede dar en alguien que es capaz de hacer juicios sobre sí mismo, alguien que puede valorar sus acciones.

La conciencia es una exigencia de nosotros a nosotros mismos. Es la presencia de un criterio absoluto en un ser finito; el anclaje de este criterio en su estructura emocional. (1) Aparece en el hombre como el punto de referencia de su actuación. Esta capacidad de distanciarse de la actuación puramente natural que permite este juicio interior es lo que hace que cada hombre tenga dignidad, es decir, valor en sí mismo.

La conciencia nos debe llevar a conocer lo que es objetivamente bueno y recto. ¿Tiene cada hombre capacidad para hacer este descubrimiento?

Frase de San Agustín
La conciencia debe ser descrita como un movimiento espiritual doble.
El primero lleva al ser humano por encima de sí, permitiéndole relativizar sus intereses y deseos, y preguntarse por lo bueno y recto en sí mismo. Y para estar seguro que no se engaña, debe producirse un intercambio, un diálogo con los demás sobre lo bueno y lo justo, en una comunión de costumbres. Y deben conocerse razones y contrarrazones.

Por el segundo movimiento vuelve de nuevo el individuo a sí mismo. Si, como se ha dicho, es potencialmente lo universal, entonces no puede abdicar en otros su responsabilidad, ni en las costumbres del tiempo, ni en el anonimato de un discurso o de un intercambio de razones y contarrazones.

*Ver Robert Spaemann: Etica: cuestiones fundamentales, VI. El individuo o ¿hay que seguir siempre la conciencia?, páginas 86 a 88
(1) “La conciencia es la presencia de un criterio absoluto en un ser finito; el anclaje de ese criterio en su estructura emocional. Por estar presente en el hombre, gracias a ella y no por otra cosa, lo absoluto, lo general, lo objetivo, hablamos de dignidad humana. Ahora bien, si resulta que, por la conciencia, el hombre se convierte en algo universal, en un todo de sentido, entonces resulta que también es válido decir que no hay bien, ni sentido, ni justificación para el hombre, si lo objetivamente bueno y recto no se le muestra como tal en la conciencia.” (Spaemann, Etica: cuestiones fundamentales, VI. El individuo o ¿hay que seguir siempre la conciencia?, página 87)

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