Hablar
de conciencia es hablar de la dignidad del hombre, hablar de que no es algo
particular de algo general, ni el ejemplar de un género, sino que cada
individuo como tal es ya una totalidad, es ya “lo universal”.
Los
hombres
pueden saber la razón de lo que hacen.
Actúan expresamente y en libertad respecto al sentido de su acción. Esta forma de
actuar sólo se puede dar en
alguien que es capaz de hacer juicios
sobre sí mismo, alguien que puede
valorar sus acciones.
La
conciencia es una exigencia de nosotros a nosotros mismos. Es la presencia de
un criterio absoluto en un ser finito; el anclaje de este criterio en su
estructura emocional. (1) Aparece en el hombre como el punto de referencia de su actuación.
Esta capacidad de distanciarse de la actuación puramente natural que permite
este juicio interior es lo que hace que cada hombre tenga dignidad, es decir, valor en sí mismo.
La conciencia
nos debe llevar a conocer lo que es objetivamente bueno y recto. ¿Tiene cada
hombre capacidad para hacer este descubrimiento?
El primero lleva
al ser humano por encima de sí, permitiéndole relativizar sus intereses y
deseos, y preguntarse por lo bueno y recto en sí mismo. Y para estar seguro que
no se engaña, debe producirse un intercambio, un diálogo con los demás sobre lo
bueno y lo justo, en una comunión de costumbres. Y deben conocerse razones y
contrarrazones.
Por el segundo
movimiento vuelve de nuevo el individuo a sí mismo. Si, como se ha dicho, es
potencialmente lo universal, entonces no puede abdicar en otros su
responsabilidad, ni en las costumbres del tiempo, ni en el anonimato de un
discurso o de un intercambio de razones y contarrazones.
*Ver Robert Spaemann: Etica: cuestiones fundamentales,
VI. El individuo o ¿hay que seguir siempre la conciencia?, páginas 86 a 88
(1) “La conciencia es la
presencia de un criterio absoluto en un ser finito; el anclaje de ese criterio
en su estructura emocional. Por estar presente en el hombre, gracias a ella y
no por otra cosa, lo absoluto, lo general, lo objetivo, hablamos de dignidad
humana. Ahora bien, si resulta que, por la conciencia, el hombre se convierte
en algo universal, en un todo de sentido, entonces resulta que también es válido
decir que no hay bien, ni sentido, ni justificación para el hombre, si lo
objetivamente bueno y recto no se le muestra como tal en la conciencia.”
(Spaemann, Etica: cuestiones fundamentales, VI. El individuo o ¿hay que
seguir siempre la conciencia?, página 87)
No hay comentarios:
Publicar un comentario