viernes, 27 de noviembre de 2015

Benevolencia (2)

El paradigma de acción benevolente es cualquier acción con la que acudamos en socorro de la vida humana necesitada de ayuda. No es evidente por sí mismo pues es posible optar por otros paradigmas de lo moral: renunciar a perseguir los fines propios sin considerar a los demás seres vivos, o la disposición a entenderse con los demás sobre los criterios para resolver los conflictos de intereses, o las medidas que alguien adopta para configurar más agradable o humanitariamente la situación general del mayor número posible de hombres. 

Todos estos paradigmas reposan sobre una circunstancia fundamental: la constitución teleológica de la vida, para la que siempre hay algo en juego, y la indigencia de la vida, que se halla amenazada permanentemente por la posibilidad de malograr su telos, y que no dispone por sí sola de los medios para asegurar su propia autoconservación y el logro de sus fines esenciales. De ahí que benevolencia signifique, sobre todo, la disposición a acudir en socorro de la vida amenazada. (1)

En este sentido se puede interpretar lo que Hans Jonas ha señalado como el paradigma fundamental del comportamiento moral: la conducta del ser humano con un niño desamparado. (2)

Se puede considerar que esta ayuda se puede producir de forma instintiva, como analogía del propio instinto de conservación, sin embargo, el instinto no expresa benevolencia, porque en esta situación no se ha abandonado la centralidad. Por ello, la ayuda no puede sustituir la propia realización, sino que la ha de hacer posible. Sin embargo, la disposición a ayudar puede ser un motivo para despertar a la realidad. La importancia, el significado, que puede tener mi vida para el otro puede ser un motivo para tomarme en serio.

Muchas veces, el hecho de tener que hacer algo por los demás nos estimula a hacerlo con más perfección. Sin embargo, sólo a través de la reflexión se revela el verdadero motivo de nuestra voluntad.

Toda acción específicamente moral se distingue tanto de la condición inmediata de la manifestación espontánea de la vida como de la acción técnica o artística. El verdadero querer no se identifica con el fin inmediato del instinto (3).

(1) Ver Robert Spaemann, Felicidad y benevolencia, obra citada, Benevolencia, III, páginas 161-162.
(2) Ver Robert Spaemann, Felicidad y benevolencia, página 162.
(3) Ver Robert Spaemann, Felicidad y benevolencia, páginas 162 i 163.




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