La
justicia es una virtud, una actitud del ser humano. Puede ser exigida a todos,
en todo momento y respecto de toda persona. Esta exigencia requiere la
relativización de las propias simpatías, deseos, preferencias e intereses.
Cuando
mi acción afecta los intereses de otro, no basta para justificarla el hecho de
que sirva a mis propios intereses. Puede ser que mis intereses tengan
preferencia; pero entonces no será porque sean míos sino porque son más
importantes de acuerdo con su contenido.
Justo
es aquel que, en los conflictos de intereses, examina de qué intereses se trata
y está dispuesto a pasar por alto de quién son los intereses que están en liza.
Ante
la tentación de engañarnos a nosotros mismos y de privilegiarnos en la
valoración de los intereses, corresponde a la justicia la disposición de
someterse, en caso de duda, a una instancia imparcial; como pueden ser las leyes
del Estado y a la jurisdicción pública. (1)
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