No hay
conciencia sin disposición a formarla e informarla. Para ello puede tomar parte
en un diálogo y sopesar los pros y contras, pero hay que tener en cuenta que
dicho diálogo puede eternizarse, mientras que la vida humana es finita, como
dice el adagio latino ars longa, vita
brevis.
Eso supone que
una vez que se considera que se ha madurado suficientemente el planteamiento de
una cuestión hay que dar por finalizado el diálogo y llegar a una conclusión,
una convicción que es una manifestación de la conciencia.
No siempre
vendrá acompañada de una certeza plena de hacer lo que es objetivamente mejor,
pero si la suficiente para considerar que es la mejor solución posible en ese
momento con los datos que se disponen; esto basta para una conciencia cierta.
Puede coincidir
con una opinión dominante, sin que eso suponga que el criterio adoptado se deba
diluir en una supuesta posición mayoritaria que le permita descargar su
responsabilidad en los demás o en la sociedad. Del mismo modo, también es falso
identificar que obra en conciencia sólo a quien se aparta de la mayoría.
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