domingo, 15 de noviembre de 2015

La conciencia (2)*

No hay conciencia sin disposición a formarla e informarla. Para ello puede tomar parte en un diálogo y sopesar los pros y contras, pero hay que tener en cuenta que dicho diálogo puede eternizarse, mientras que la vida humana es finita, como dice el adagio latino ars longa, vita brevis.

Eso supone que una vez que se considera que se ha madurado suficientemente el planteamiento de una cuestión hay que dar por finalizado el diálogo y llegar a una conclusión, una convicción que es una manifestación de la conciencia.

No siempre vendrá acompañada de una certeza plena de hacer lo que es objetivamente mejor, pero si la suficiente para considerar que es la mejor solución posible en ese momento con los datos que se disponen; esto basta para una conciencia cierta.

Puede coincidir con una opinión dominante, sin que eso suponga que el criterio adoptado se deba diluir en una supuesta posición mayoritaria que le permita descargar su responsabilidad en los demás o en la sociedad. Del mismo modo, también es falso identificar que obra en conciencia sólo a quien se aparta de la mayoría.

*Ver Robert Spaemann: Etica: cuestiones fundamentales, VI. El individuo o ¿hay que seguir siempre la conciencia?, páginas 88 y 89


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